G1506
EILIKRINES1506
Y EILIKRINEIA1505
LA PERFECTA
PUREZA
de εἵλη jeile (rayo del sol) y G2919; juzgado por la luz del sol, i.e. probado como genuino (figurativamente):- sincero, limpio.
Eilikrines (adjetivo)
y Eilikrineia (substantivo) son dos palabras sumamente
interesantes. Eilikrines se
encuentra en Fil. 1:10, donde la Versión Reina Valera Antigua y revisión de
1960, traduce "sincero", y, la VP traduce "limpio"; también
se encuentra en 2 P. 3:1, donde la Versión Reina Valera Antigua y revisión de
1960, traduce "limpio", y, VP "sincero". Eilikrineia aparece en 1 Co. 5:8 y 2
Co. 1:12; 2:17. La traducción regular de todas las versiones es
"sinceridad".
Aunque ni el
nombre ni el adjetivo son muy comunes en el griego clásico, eilikrines tiene ahí dos usos
característicos. En primer lugar, significa "simple, sin mezcla,
puro". Por ejemplo, del fuego, lo más puro de todo, se dice que es eilikrines. Se usa, también, respecto
de un eclipse "total" de sol. En segundo lugar, se utiliza denotando
cualidad. Por ejemplo: inteligencia "pura", entendimiento
"cabal", "mal sin remedio".
En los
papiros no es común ninguna de las dos palabras. Un hombre, en actitud
suplicante, apela a la eilikrineia
de un oficial, pero, en este caso, la palabra debe significar
"probidad", "imparcialidad", "justicia".
La
etimología y derivación de estas palabras griegas siempre han sido dudosas. Hay
dos sugerencias.
(I)
Pueden derivar de la palabra griega eilein, que significa "sacudir
una determinada materia en una criba" hasta extraer de ella la última
partícula extraña y dejarla absolutamente pura. Así, pues, estas palabras
describen una pureza "cribada". Describen el carácter que ha sido tan
purificado por la gracia de Dios, que no hay en él mezcla de mal alguno.
(II)
Pueden derivar de la combinación de dos vocablos
griegos: heile, que significa
"luz del sol", y krinein,
que quiere decir "juzgar". En este caso, podrían describir algo que
es capaz de resistir el juicio de la luz solar; algo que, aun siendo expuesto a
la clara luz del sol, revela no tener faltas ni imperfecciones. Aquí estamos
ante una vívida imagen. En los bazares de Oriente, las tiendas eran pequeñas,
obscuras y umbrías. Un artículo, pongamos una pieza de alfarería, de
cristalería o de tela, dentro de los nichos de la barraca, aparentaría estar en
perfectas condiciones; pero el comprador sabio lo sacaría a la calle y lo
sometería al juicio de la luz del sol, y, más de una vez, los claros rayos del
astro rey revelarían defectos e imperfecciones que nunca se hubieran notado en
lo obscuro de la tienda. Teofilacto debió haber estado pensando en esta línea
cuando habló de Eilikrineia como
de "esa pureza y candidez de la mente que no tiene nada oculto entre
sombras ni acechando bajo la superficie".
Esta palabra
suscita la siguiente pregunta: ¿podrían nuestros pensamientos resistir la
prueba de ser expuestos a la plena luz del día? ¿Podrían nuestras más íntimas
motivaciones resistir la prueba de ser dragadas y expuestas a la fulgurante luz
reveladora? Poniendo el asunto en su clímax: ¿podrían nuestros más recónditos
pensamientos y móviles soportar el escrutinio de la luz del ojo de Dios?
La pureza
cristiana es tal, que está siendo cribada hasta que la última partícula de mal
haya desaparecido; es una pureza que no oculta nada y que sus pensamientos y
deseos más íntimos podrían resistir todo el resplandor de la luz del día.