G2584
KALEIN,2584 KLETOS2822 Y KLESIS2821
EL LLAMAMIENTO DE DIOS
De origen hebreo [probablemente H3723 y H5151]; Capernaum, lugar en Palestina:- Capernaum.
Estas tres palabras tienen que
ver con uno de los conceptos más básicos y fundamentales del NT. Kalein es un verbo que significa
"llamar"; klesis el
sustantivo, significa "llamada";
kletos es un adjetivo que significa "llamado".
En el griego clásico, kalein tiene cuatro usos esenciales,
todos los cuales coadyuvan a comprender mejor la forma en que este vocablo se
utiliza en el NT.
(I)
Kalein es el verbo regular que se usa respecto de
"llamar" a una persona o cosa por su nombre. Así, en Mt. 1:21, 23,
25, el Señor es "llamado" "Jesús". En Mt. 5:9, los
pacificadores son "llamados" hijos de Dios. En Mt. 23:7, los escribas
aman que los "llamen" rabí. Este es el más común de todos los usos
de kalein.
(II)
Kalein es el verbo regular que se utiliza con relación
a "citar" o "llamar" a una persona. La tal persona puede
ser "citada" para tratar de un empleo o "llamada" para
honrarla. Pablo es "llamado" a ser apóstol (kletos) (Ro. 1:1; 1 Co. 1:1). La
persona también puede ser "citada" para encomendarle una tarea. En
Mt. 25:14, los criados son "llamados" para hacerse cargo de los
bienes de su señor mientras esté ausente
(cf. Lc. 19:13). Finalmente, la persona puede ser llamada para
pagarle un trabajo o para dar cuentas de él (Mt. 20:8). Kalein se usa corrientemente en
conexión con un empleo, una tarea, una responsabilidad, una recompensa y un
ajuste de cuentas.
(III)
Kalein es el verbo que se usa con regularidad respecto
de "invitar a una persona a comer, a un banquete o a que permanezca como
huésped". Tanto es así, que el participio pasivo ho keklemenos y el adjetivo ho kletos pueden significar, por sí
mismos, "el convidado" (para este uso en la Septuaginta, cf. 1 R. 1:41). Kalein es el verbo utilizado respecto
de invitar a alguien a unas bodas (Mt. 22:3). Se usa con referencia a Simón el
fariseo cuando "convida" a Jesús a comer en su casa (Lc. 7:39). Es la
palabra que emplea Lucas con relación al distinguido y al vanidoso que son
"convidados" a una fiesta (Lc. 14:8). Es, igualmente, la palabra que
se utiliza respecto de los que son "llamados" a la cena de las bodas
del Cordero (Ap. 19:9). Kalein es
el vocablo corriente que se usa para significar una "invitación
hospitalaria".
(IV)
Kalein es la palabra regular que se usa en conexión con
una "comparición". Se usa respecto de "citar" a un testigo
o a un demandado para comparecer ante el juez. Este es el sentido en que se
utiliza con referencia a Pedro y Juan cuando fueron llevados ante el concilio
(Hch. 4:18), y con referencia a Pablo cuando fue requerido por Félix para que
se encarara a sus perseguidores judíos (Hch. 24:2). Es el verbo que se emplea
respecto de citar a un hombre para someterse a la vista de su causa y declarar.
Aun cuando no siguiéramos
adelante, ya tendríamos suficientemente iluminado lo que significa el
llamamiento cristiano, pero añadiremos algo más.
(I)
El cristiano es el hombre que oye la citación de
Dios. Ahora bien, una citación es, un esencia, un desafío o una apelación, y un
hombre puede aceptarla o rechazarla, atenderla o ignorarla, escucharla o
hacerse el sordo. La palabra deja caer sobre nosotros la tremenda
responsabilidad de contestar -o no- la llamada de Dios.
(II)
La vida cristiana es un llamamiento al deber. El
cristiano siempre es llamado para llevar a cabo una tarea. Dios está ofreciendo
continuamente al cristiano algo que hacer. En la República de Cicerón (1.20, 33) se
pregunta a Lelio: "¿Qué crees tú que deberíamos enseñar a las personas que
tenemos que educar?" Y él responde: "Todas aquellas artes que nos
hacen útiles a la patria". Dios llama al cristiano para que sea útil en este
mundo.
(III)
Dios llama al cristiano a un privilegio. Kalein y klesis están íntimamente
asociadas con la invitación a una fiesta, a un banquete, a dar a alguien la
bienvenida a la mesa y al hogar. Dios llama al cristiano a que vaya y goce de
su compañerismo, de su hospitalidad, del gozo y de la abundancia de ser su
huésped.
(IV)
Dios llama a juicio. Kalein y klesis están también
íntimamente asociadas con la citación para comparecer ante un juez y ser
juzgado. La vida cristiana concluirá con el juicio que hará Dios. Si un hombre
no escucha el llamamiento de Dios; si hace caso omiso de su cita con el deber;
si desatiende la invitación de Dios, entonces viene la última llamada: la del
ajuste de cuentas.
El valor y luminosidad supremos
de estas palabras radican en las conexiones a que dan lugar.
(I)
El "llamamiento" que viene al cristiano
es de Dios y nada más que de Dios. No viene a él porque lo merezca, sino
simplemente porque Dios le conocía y le llamó. Jacob no fue escogido porque
hubiera realizado alguna proeza superior a cualquier otra de Esaú, sino
únicamente porque Dios le llamó (Ro. 9:11). Nuestro llamamiento procede
directamente de la voluntad de Dios (Ro. 8:30).
(II)
Otra forma de exponerlo es que el llamamiento de
Dios está vinculado a la charis a
la "gracia" (Gá. 1:6; 1:15). No se trata de que Dios nos escoge
porque destaquemos a causa de una bondad o hazaña extraordinaria. Dios nos
llama por su misericordia, porque nunca merecíamos ser llamados. La invitación
de Dios era algo que no podíamos pretender. Sólo el amor de Dios ha sido y es
la fuerza motriz de este llamamiento.
(III)
El "llamamiento" está vinculado en
la eirene, en la "paz"
(1 Co. 7:15; Col. 3:15). Ahora bien, en el sentido del NT, "paz" no
es precisamente ausencia de disturbios, sino todo lo que redunda en nuestro
mayor beneficio. De Robert Burns se decía que fue más perjudicado que
beneficiado por su religión. El llamamiento de Dios tiene por objeto ayudarnos
a madurar hasta conseguir lo que debemos ser para él y para nuestros
semejantes.
(IV)
El "llamamiento" está vinculado en
la koinonia, en el
"compañerismo" (1 Co. 1:9). Compañerismo con Cristo y con nuestros
semejantes. El hombre que oye el llamamiento de Dios, y responde, está en
camino de una nueva relación con Cristo y con su prójimo.
(V)
El "llamamiento" está asociado con
la eleutheria, con la
"libertad" (Gá. 5:13). Contestar al llamamiento de Dios no es
encontrar la esclavitud, sino la libertad. El hombre que responde a la
invitación de Dios es liberado del Yo y de Satán.
(VI)
El "llamamiento" está asociado a elpis, a la "esperanza" (Ef.
4:4). Cuando un hombre oye el llamamiento de Dios y lo contesta, desaparecen de
su vida el pesimismo y la desesperación. Ya no es más un hombre inevitablemente
derrotado, sino potencialmente victorioso. Ya no vive más una vida rodeada con
interminables frustraciones, sino extendida en ilimitadas posibilidades.
(VII)
El "llamamiento" está conectado con el
"deber". Una y otra vez se nos urge a andar como es digno de nuestro
llamamiento (Ef. 4:1; 1 Co. 7:17). Es un llamamiento a seguir las pisadas de
Jesús (1 P. 2:21). Es un llamamiento a la
hagiasmos, a la "santificación" (1 Ts. 4:7), no a
la akatharsia, a la
"impureza". El hombre que oye y contesta este llamamiento emprende el
camino de la santidad. Puesto que quien nos llama es hagios, "santo", nosotros,
que somos los llamados, debemos ser hagios,
"santos" (1 P. 1:15). Debemos ser tenidos por "dignos de este
llamamiento" (2 Ts. 1:11), y eso es algo que hemos de hacer firme por
medio de nuestra vida (2 P. 1:10). Digámoslo de otra manera. Un hombre recibió
una dádiva que él sabia bien no merecía; era tan valiosa, que jamás podría
recompensarla. Este hombre había sido tratado con una benignidad tal, que ni
remotamente era digno de ella. Por eso, está obligado a poner su vida al
servicio del apasionado empeño de demostrar cuán agradecido está por la dádiva
que nunca mereció. Su esfuerzo no resulta del temor ni es producto de buscar
crédito; es, simplemente, el inevitable resultado de un admirable y maravilloso
amor. De igual modo, nosotros sabemos bien que nuestras obras pasadas y futuras
ni nos hacen ni nos harán merecer ser llamados por Dios, pero esta es razón más
que suficiente para gastar toda nuestra vida esforzándonos por ser dignos del
amor que así nos ha honrado aun en contra de nuestros merecimientos.
Pero todavía nos queda algo que
decir sobre esta idea del "llamamiento de Dios".
(I)
El "llamamiento" está asociado a la
salvación (sozein) (2 Ti. 1:9).
Oír y contestar el llamamiento significa ser salvado del castigo y, a la vez,
ser fortalecido para hacer frente a la vida en el futuro. Es un llamamiento que
nos rescata de la pena y nos reviste de poder. Ahora bien, la
"salvación" es algo escatológico, es decir, que empieza aquí pero que
va más allá de este mundo; que empieza en el tiempo, pero que tiene su
consumación en la eternidad. Y hay cierto número de asociaciones de este grupo
de palabras con concepciones e ideas que abarcan tanto este mundo como el
venidero.
(II)
Los cristianos son "llamados a ser santos" (kletoi hagioi). Hagios significa,
literalmente, "separado". Una persona que es hagios, en el sentido cristiano del
término, es la que se ha separado del mundo para consagrarse a Dios. La
santidad, según la enseñanza del NT, no tiene que ver tanto con la situación de
un hombre como con su dirección. El cristiano es el hombre cuya vida se dirige
a Dios, que ahora vive con Dios y que, en un futuro, verá a Dios cara a cara.
(III)
El cristiano es llamado "de las tinieblas a
la luz" (1 P. 2:9). Es llamado de las sombras de la muerte, de la
frustración y del pecado del mundo a la luz del conocimiento de la vida de
Dios. El cristiano no es el hombre que está viviendo sumido en una acumulación
lóbrega de tinieblas, sino en la luz de un amanecer que ya apunta.
(IV)
El cristiano es llamado "a una vida y a una
herencia eternas" (1 Ti. 6:12; He. 9:15). En el NT, la palabra
"eterna" (aionios)
tiene que ver mucho más con calidad
que con duración de vida. Aionios "eterno" o
"eterna", que única y propiamente se puede aplicar a Dios; por tanto,
"vida eterna" es la clase de vida que pertenece a Dios. El cristiano
es "llamado" para que salga de su agitada, manchada, frustrada y
mortecina vida, y entre en la bendición de la vida de Dios mismo.
(V)
Algunas veces, esto se expone en otras formas. El
cristiano es "llamado" por Dios al "honor" (He. 9:15) y a
alcanzar "la gloria de nuestro Señor Jesucristo (2 Ts. 2:14) y "la
gloria eterna de Dios" (1 P. 5:10). El cristiano es el hombre llamado a la
gloria. El llamamiento de Dios demanda mucho, pero, al mismo tiempo, promete
más. "Gloria" es todo lo que ofrecen los cielos. El cristiano está
invitado a participar nada menos que del esplendor de la vida de Dios. El NT no
enfatiza tanto el castigo que el hombre sufrirá como la gloria que perderá si
desoye el llamamiento.
(VI)
Algunas veces, este llamamiento vendrá a los
hombres a través de otros hombres. Pablo dice a los tesalonicenses que Dios les
"llamó mediante nuestro evangelio" (2 Ts. 2:14). La magna gloria del
cristiano es que puede, si quiere, transmitir a otros el mismo llamamiento que
él oyó. El cristiano -y esto no quiere decir solamente el predicador- puede ser
quien lleve a sus semejantes la gran invitación de Dios a la gloria.
Anotemos, finalmente, que la
palabra Kalein se usa dos veces
respecto de Jesús.
(I)
Se usa con referencia a que Jesús
"llamó" a los discípulos (Mt. 4:21).
(II)
Se utiliza con relación a que Jesús había venido
a "llamar... al arrepentimiento" (Lc. 5:32). Jesús llama a los
hombres a un compañerismo con él
y a una nueva vida. El cristiano es llamado para ser amigo de Cristo, y, por
implicación, es llamado a ser un nuevo hombre. Ambas cosas van juntas. La vida
cristiana es, a la vez, una invitación al privilegio, a la responsabilidad y a
la gloria. Y a espaldas de esta verdad, continúa el obsesionante pensamiento de
que la tragedia de la vida es rechazar la invitación de Dios.