G29
AGGAREUEIN29
De origen extranjero [Compare H104]; propiamente ser mensajero, i.e. (por implicación) obligar al servicio público:- llevar carga, obligar a llevar.
LA PALABRA DE
UN PAÍS OCUPADO
Hay palabras que incluyen en su
historia el relato del triunfo o de la tragedia de una nación; aggareuein es una de ellas. Se usa
tres veces en el NT con el significado de
obligar. Es la palabra utilizada en Mt. 5:41, donde Jesús habla
de ir dos millas aun siendo obligados
a ir una. También se usa en Mt. 27:32 y en Mr. 15:21 con referencia a Simón
de Cirene, esto es, cuando fue obligado
a llevar la cruz de Jesús al Calvario.
Esta palabra proviene del
substantivo persa aggaros, que
significa "correo", y llegó a ser naturalizada en griego con el mismo
sentido que la palabra italiana estafette
lo ha sido, hasta cierto punto, en inglés, es decir, con el sentido de
"correo militar" o "mensajero expreso". Herodoto lo
describe en la forma siguiente: "Nadie viaja tan rápidamente como los
mensajeros persas. Todo el plan es invención suya y, el método, como sigue: a
lo largo del trayecto previsto, hay (dicen) tantos jinetes estacionados como
días exija el viaje, a razón de jinete por día, y, para estos hombres, ni la
nieve, ni la lluvia, ni el calor, ni la oscuridad de la noche, es obstáculo
para cubrir en el tiempo acordado la jornada asignada.
El primer correo entrega su
despacho al segundo, éste al tercero, etcétera, y así va pasando de mano en
mano a lo largo de toda la línea, como la lumbre en la carrera de la antorcha
...
Los persas dan a este correo a
caballo el nombre de aggareion"
(Herodoto 8.98). Jenofonte tiene una descripción todavía más expresiva (Ciropedia 8.6.17). Dice que Ciro,
buscando la forma de estar al corriente de la marcha de su vasto imperio, hizo
experimentos y averiguó la distancia que un jinete podría cubrir en un día sin
sufrir percance alguno; y, así, dispuso sus estaciones. En cada una de ellas,
había un oficial para cuidar de la transferencia de las cartas y del cambio de
caballos. Este servicio expreso era permanente, y "no se puede negar -dice
Jenofonte- que es el servicio por tierra más rápido del mundo".
Esquilo, en su obra Agamenón, refiere cómo llegaron a
Grecia las noticias de la conquista de Troya. El coro a duras penas creerá a
Clitemnestra que la información hubiera podido recibirse con tanta rapidez,
cuando ella cuenta que dichas noticias fueron transmitidas con una antorcha
desde el Ida a Lemnos, y desde el Atos al Olimpo, por lo que llama "el
correo de fuego" (aggarou
puros). En aquel entonces, la ley determinaba que cualquiera podía ser
obligado a suministrar un caballo o a hacer de guía para que el servicio no se
interrumpiera, de ahí que aggareuein
viniera a significar "reclutamiento forzoso de alguien para un
servicio"; forzar a alguien a servir, le gustara o no. En un país ocupado,
esto era algo serio y grave. Cualquiera podía ser compelido a llevar el bagaje
del ejército a una cierta distancia; cualquiera podía ser obligado a ejecutar
lo que los ocupadores le impusieran, como fue el caso de Simón de Cirene.
Semejantes atropellos eran una de las más amargas y constantes humillaciones
que las naciones subyugadas tenían que soportar. Epicteto (4.1.79) explica cómo
un hombre debía someterse a cualquier cosa que los dioses le impusieran. Ni
siquiera podían pedir salud si los dioses deseaban quitársela. "Tú
dispones de tu cuerpo, como de un vil asno con las aguaderas puestas, hasta
donde se te permita, hasta donde sea posible. Pero si hubiera un acto de
requisa (aggareia) y un soldado
lo cogiera, déjalo. No te resistas ni murmures, pues, si lo hicieras, serías
primeramente apaleado y, al final, perderías el asno."
Un hombre no tenía apelación
cuando era víctima de una humillación así.
Hasta qué punto la situación era
degradante, y hasta qué punto se abusaba de la
aggareia, puede verse en las regulaciones que los gobernantes
tuvieron que hacer para refrenar el ejercicio de ella.
Cuando, en tiempo de Jonatán
Macabeo, Demetrio de Siria intentaba seducir a los judíos, Josefo, en su
obra Antigüedades (13.2.3), dice
que prometió suprimir muchos impuestos como el de la sal y el de capitación, y
"también ordenó que las bestias de los judíos no sean requisadas (aggareuein) para nuestro
servicio".
Los papiros nos demuestran que,
en Egipto, los ganados y las barcas eran regularmente requisados. Ptolomeo
Euergetes II y la reina decretaron que sus gobernadores y oficiales "no
reclutarán a ninguno de los habitantes del país para servicios particulares, ni
requisarán (aggareuein) sus
ganados para provecho propio", y que "nadie requisará (aggareuein) barcas para uso
particular o con el pretexto que fuera". En el templo del Gran Oasis, en
Egipto, había una inscripción en la que Capito, prefecto de Egipto, reconocía
que los soldados habían llevado a cabo requisas ilegales, y dispuso que
"nadie requisará (aggareuein)
o cogerá nada a menos que presente una autorización por escrito de parte
mía". Es evidente que tanto gobernadores locales como oficiales militares
requisaban cosas y utilizaban personas no sólo para servicios públicos o del
ejército, sino también para su beneficio y por su conveniencia.
Ahora se aclara todavía más que
lo que Jesús está realmente diciendo en el Sermón del monte (Mt. 5:41) es:
"Si alguien exigiera de ti el servicio más detestable y humillante, si
alguien te obliga a hacer algo que lesiona tus derechos sin tener porqué, si
eres tratado como una víctima indefensa en un país ocupado, no te resientas.
Haz como se te ha dicho e incluso más, y hazlo con buena voluntad, pues esa es
mi forma de actuar."
Una generación que está siempre
aferrándose a sus derechos, bien podría tener esto en cuenta.