G3056
LOGOS3056
LA PALABRA DEL
MENSAJE CRISTIANO
de G3004; algo dicho (incluído el pensamiento); por implicación tema (sujeto del discurso), también razonamiento (facultad mental) o motivo; por extensión cálculo; específicamente (con el artículo en Juan) la Expresión Divina (i.e. Cristo):- noticia, palabra, plática, pleito, predicar, pregunta, propuesta, razón, sentencia, tratado, verbo, arreglar, asunto, cosa, cuenta, decir, derecho, dicho, discurso, doctrina, evangelio, exhortar, fama, frase, hablar, hecho, mensaje.
Logos
significa palabra. El Cuarto
Evangelio usa este vocablo en sentido técnico cuando llama a Jesús El verbo; pero antes de ocuparnos con
este uso especial de logos,
necesitamos estudiar su utilización ordinaria en el NT. Naturalmente, esta es
una de las palabras griegas más comunes, pero, aún así, cuanto más la
estudiemos, más veremos la riqueza que contiene su significado.
Ho logos, la
palabra, llega a ser casi sinónimo de mensaje
cristiano. Marcos nos dice que Jesús predicaba la palabra a las multitudes (Mr. 2:2). En
la parábola del sembrador, la semilla era
la palabra (Mr. 4:14). La tarea de Pablo y de sus compañeros era
predicar la palabra (Hch. 14:25). Muy a menudo se le llama palabra de Dios (Lc. 5:1; 11:28; Jn.
10:35; Hch. 4:31; 6:7; 13:44; 1 Co. 14:36; He. 13:7). Algunas veces, es la palabra del Senior (1 Ts. 4:15; 2
Ts. 3:1). Y, una vez, es la palabra
de cristo (Col. 3:16). Ahora bien, en griego, el genitivo puede ser subjetivo u objetivo. Si estos
genitivos son subjetivos las
frases significan: la palabra que Dios dio, la palabra que el Señor dio,
lapalabra que Cristo dio. Si son objetivos,
significan: la palabra que dice de Dios, del Señor y de Cristo. Con toda
probabilidad, tanto los significados subjetivos como los objetivos están
implicados en estas frases, lo cual quiere decir que el mensaje cristiano,
el logos, la palabra, es algo que
Dios;no es un descubrimiento del hombre, sino un don de Dios Y es algo que dice
de Dios, algo que el hombre no podía haber descubierto por sí mismo.
El hecho mismo de que logos sea casi sinónimo de mensaje
cristiano, ya es significativo, pues, evidentemente, quiere decir que este mensaje es hablado, y, por tanto,
no aprendido de un libro, sino transmitido de persona a persona. Papías, el
escritor cristiano del siglo Il, dice que aprendió más de vivir la palabra de
Dios y de perseverar en ella, que de cualquier libro. El mensaje cristiano
viene muchísimo más a menudo a través de la personalidad viva que a través de
las páginas escritas o impresas.
Esta palabra, este logos, tiene ciertos oficios.
(I)
La palabra
juzga (Jn. 12:48). Un viejo catecismo pregunta qué sucederá a
quien haga caso omiso de las verdades detalladas en él. Su respuesta es: la
condenación, y de las más grandes, por cuanto el lector ya no puede alegar
ignorancia. Saber de la verdad no es solamente un privilegio; es, también, una
responsabilidad que recae sobre nosotros.
(II)
La palabra
purifica (Jn. 15:3; 1 Ti. 4:5). Purifica, desenmascarando el mal
e indicando el camino de hacer el bien. La palabra corrige lo erróneo y exhorta
a conducirse rectamente. Purifica en el sentido de que procura desarraigar los
viejos defectos e infundir aliento para ir en pos de nuevas virtudes.
(III)
A través de la palabra viene la creencia (Hch. 4:4). Ningún hombre
puede creer en el mensaje cristiano hasta que no lo haya oído *La palabra es la
que da a un hombre la oportunidad de creer; y, habiéndola oído, tiene el deber
de darla a conocer a otros para que también crean.
(IV)
La palabra es
el agente del nuevo nacimiento (1 P. 1:23). Una cosa es cierta,
como G. K. Chesterton dijo: "Sea un hombre lo que sea, no es lo que debe
ser" (según Dios). Tiene que ser cambiado tan radicalmente, que ese cambio
puede únicamente llamarse nuevo nacimiento, y la palabra es el primer agente en
esta tremenda operación recreadora.
El estudio de la palabra logos llega a ser de primera necesidad
cuando conocemos lo que el NT dice sobre cuál ha de ser nuestra actitud para
con ella.
(I)
El logos
debe ser oído (Mt. 13:20; Hch.
13:7, 44). El cristiano tiene impuesto el deber de escuchar. Entre las
múltiples voces del mundo, debe afinar el oído para distinguir lo que es
mensaje de Dios. El cristiano nunca se dará la oportunidad de conocer si,
previamente, no se da la de escuchar.
(II)
El logos
debe ser recibido (Lc. 8:13; Stg.
1:21; Hch. 8:14; 11:1; 17:11). Hay una forma de escuchar que es puramente
superficial. 0 la corriente de palabras resbala sobre el oyente, por no hacerle
efecto alguno, o escucha y se desentiende del asunto por considerar que no le
sirve para nada. El mensaje cristiano no debe ser únicamente escuchado, sino
también introducido en el corazón y en la mente, i.e. incorporado.
(III)
El logos
debe ser afianzado (Lc. 8:13).
Los griegos decían que "el tiempo todo lo borra". Una palabra puede
ser oída, aceptada y, más tarde o más temprano, borrada por el paso del tiempo.
El mensaje cristiano debe ser deliberadamente retenido. Ha de ocupar en la
mente un lugar privilegiado. Ha de pensarse en él, meditarse, para que nunca se
pierda.
(IV)
El logos
es para permanecer en él (Jn.
8:31). Cada hombre tiene su propio círculo de pensamientos e ideas en que vive,
se mueve y tiene su razón de ser; en que descansa su vida y por el que dirige
sus actividades. El mensaje cristiano debe ser aquello en y por lo que un
hombre viva.
(V)
El logos
debe ser cumplido (Jn. 8:51;
14:23; 1 Jn. 2:5; Ap. 3:8). El mensaje cristiano es más que materia de
conocimiento para la mente; es dirección para la vida. Se realiza en la acción,
no en la especulación. Demanda obediencia. No es meramente algo para pensar; es
una ética y una ley para ser acatadas.
(VI)
El logos
debe ser testificado (Hch. 8:25;
Ap. 1:2). Es algo de lo que toda la vida de un hombre es testigo. Un hombre
solamente demostrará que lo ha aceptado, viviéndolo. Sea cual fuere la sociedad
de este hombre y el lugar que ocupe en ella, toda su vida y su acción deben
decir del logos: "Yo sé que
es verdadero, de lo cual doy fe".
(VII)
El logos
debe ser servido (Hch. 6:4).
El logos impone deberes. No es
algo que un hombre acepta para sí, y nada más; es algo que ese hombre debe
anhelar llevar a otros. No es algo que únicamente trae salud a su alma, sino
algo por lo que debe estar dispuesto a consumir su vida.
(VIII)
El logos
debe ser anunciado. Dos palabras
son especialmente usadas al respecto. 2 Ti. 4:2 usa la palabra kerussein, que es la utilizada con
referencia a un heraldo que está proclamando algo. En Hechos 15:36 y 17:13 se
emplea kataggellein, que es la
palabra usada cuando se trata de una declaración oficial y autoritativa. La
proclamación debe ser hecha con autoridad y con certeza, porque, cuando
anunciamos el mensaje cristiano a otros, no partimos de: "Así digo
yo", sino de "así dice el Señor".
(IX)
El logos
debe ser hablado con denuedo
(Hch. 4:29; Fil. 1:14). Hace algún tiempo se publicó un libro con el sugestivo
título de No Más Apologías. Esto
bien podría significar que hemos estado demasiado ansiosos de enfrentarnos a
medias con el mundo, que hemos tratado demasiado de afinar el mensaje cristiano
para los oídos del mundo, que lo hemos aguado y mutilado a fin de hacerlo menos
exigente y, por tanto, más atractivo. Debería haber cierta inflexibilidad de
calidad en nuestra proclamación del logos.
(X)
El logos
debe ser enseñado (Hch. 18:11).
El mensaje cristiano principia con la proclamación, pero debe seguir con la
explicación. Una de las más graves flaquezas de la iglesia es que hay
demasiadas personas que no saben lo que significa cristianismo ni lo que éste
cree ni lo que representa; y una de las mayores faltas de la predicación es
que, a menudo, exhorta a los hombres a ser cristianos sin enseñarles lo que es
el cristianismo. La enseñanza constituye una parte esencial del mensaje
cristiano.
(XI)
El logos
debe ser llevado a la práctica
(Stg. 1:22). El mensaje cristiano no es, exclusivamente, para la calma del
estudio, para la disección de la cátedra, para las acrobacias mentales del
grupo de discusión. Es para vivirlo cotidianamente.
(XII)
El logos
puede ser causa de persecución y
sufrimiento (1 Ts. 1:6; Ap. 1:9). No es probable que tengamos que morir por
nuestra fe; pero tendremos que vivir por ella, y pueden venir tiempos en que
tengamos que escoger entre lo fácil y lo recto. Si nuestra relación con el logos implica obligaciones, estará
inevitablemente expuesta a los fracasos.
(I)
En el logos
puede dejarse de creer (1 P.
2:8), porque el oyente piense que es demasiado bueno para creerlo o porque, en
su creencia fundada en los deseos más que en los hechos, no quiere que sea
cierto, ya que el logos condena
su vida y busca cambiarla.
(II)
El logos
puede ser tanto arrebatado
como ahogado (Mt. 13:22; cf.. Mr. 4:15). Las tentaciones, los
impulsos, las pasiones de la vida, pueden hacer a un hombre olvidar el mensaje
cristiano poco después de oírlo. Las actividades, los cuidados, afanes y
placeres del vivir pueden tomar tanto de la existencia de una persona, que el
mensaje cristiano se ahoga en ella porque no tiene dónde alentar.
(III)
El logos
puede ser falsificado y adulterado
(2 Co. 2:17; 4:2). Siempre que un hombre comience a escucharse y, por tanto, a
dejar de escuchar a Dios, su versión del mensaje cristiano será distorsionada e
inadecuada. Siempre que olvide someter sus conceptos e ideas a la prueba de la
Palabra del Espíritu de Dios, producirá una versión del mensaje cristiano que
será suya, pero no de Dios. Si continúa obrando así, acabará por amar a su
pequeño sistema más que a la verdad de Dios.
(IV)
El logos
puede ser invalidado (Mr. 7:13).
Es fatalmente fácil desplazar el mensaje cristiano, obscurecerlo con
interpretaciones humanas, complicar su sencillez a base de condiciones,
reservas y aclaraciones. Siempre que consideremos el mensaje cristiano como
algo con lo que tenemos que efectuar un acuerdo, más bien que como algo a lo
que nos tenemos que rendir, corremos el riesgo de hacerlo ineficaz. Sin
"sometimiento" al mensaje, éste no puede hacer ni lograr su pleno
efecto.
Cuando examinamos el contenido
del mensaje cristiano en el NT, empezamos a apreciar, como nunca, las riquezas
de esta fe que se nos ofrece. La palabra
logos se emplea en el Nuevo Testamento por lo menos con siete
genitivos diferentes, los cuales expresan en qué consiste el mensaje.
Veámoslos.
(I)
El mensaje cristiano es una palabra de buenas nuevas (Hch.
15:7). Nos trae tales noticias de Dios, que hacen al corazón cantar de gozo. El
día más grande de la vida de un hombre es aquel en que descubre el amor. El
mensaje cristiano conduce al hombre a descubrir nada menos que el amor de Dios.
(II)
El mensaje cristiano es una palabra de verdad (Jn. 17:7; Ef.
1:13; Stg. 1:8). Toda la vida es una búsqueda profunda de la verdad. "¿Qué
es la verdad?", preguntó el burlón de Pilato, y no aguardó la respuesta.
Puede que sea así; pero la vida resultaría intolerable si no hubiera estrellas
fijas. El mensaje cristiano infunde seguridad al hombre.
(III)
El mensaje
cristiano es una palabra de vida
(Fil. 2:16). El mensaje cristiano capacita al hombre para dejar de existir y
comenzar a vivir. Le da Vida, con V mayúscula.
(IV)
El mensaje cristiano es una palabra de justicia (He. 5:13) que
dice al hombre dónde queda la bondad; le muestra lo que es misericordia; le da
nuevas normas de vida; lo capacita para enriquecerlas y le da poder para cumplirlas.
(V)
El mensaje cristiano es una palabra de reconciliación (2 Co.
5:19). La misma esencia de esta declaración es que Dios no se considera nuestro
enemigo: es nuestro amigo. No se trata de que Dios necesitará reconciliarse con
nosotros; el NT nunca dice eso. Eramos nosotros quienes necesitábamos ser
reconciliados con Dios. La gran dádiva del mensaje cristiano es quitar la
enajenación del hombre respecto de Dios y hacer posible la más grande las
amistades.
(VI)
El mensaje cristiano es una palabra de salvación (Hch. 13:26)
Es la palabra de rescate. Rescata al hombre de los lazos del mal que lo
maniataban. Lo potencia para vencer las tentaciones y obrar rectamente y con
cordura. Lo libra del castigo que hubiera recaído sobre él si Dios le hubiese
tratado según justicia y razón, y no con amor. Lo eleva sobre el estado
mortecino en que se encuentra en esta vida, estado en que se hubiera encontrado
en la otra.
(VII)
El mensaje cristiano es la palabra de la cruz (1 Co. 1:18). Es
la historia de uno que murió por los hombres. Es la historia de un amor que no
se detuvo ante el sacrificio y que, por tanto, demuestra no haber nada que Dios
no arrostre, sufra o sacrifique por amor al hombre. El corazón del logos cristiano es la cruz.
En el NT hay un uso técnico de la
palabra logos. Está en el prólogo
del cuarto Evangelio, y culmina
en la gran declaración: "La Palabra
(logos) fue hecha carne, y habitó entre nosotros (Jn. 1:14). Esta
es una de las afirmaciones más trascendentales del NT, y tendremos que
profundizar en ella si queremos apoderarnos de algo de su significado.
(I)
Debemos empezar recordando que, en griego, logos tiene dos significados: palabra y razón, y ambos se entretejen
juntamente.
(II)
Comencemos por el trasfondo judío de esta palabra. En el pensamiento
judío, una palabra no era simplemente un sonido articulado que expresa una
idea: la palabra hacía cosas. La
palabra de Dios no es un mero sonido, es una causa eficiente. En el relato de la
creación, la palabra de Dios crea.
Dios dijo: sea la luz; y fue la luz
(Gn. 1:3). Por la palabra de Dios, fueron hechos los cielos ... porque él dijo,
y fue hecho (Sal. 33:6, 9). Envió su palabra,
y los sanó (Sal. 107:20). La palabra
de Dios hace lo que él quiere (Is. 55:11). Debemos recordar siempre que, en el
pensamiento judío, la palabra de
Dios no sólo decía, también hacía.
(III)
Hubo un tiempo en que los judíos hablaban arameo
porque habían olvidado su lengua hebrea. Por tanto, fue necesario traducir las
Escrituras al arameo. Estas traducciones se llaman Targums. Ahora bien, como,
en la simplicidad del AT, se atribuían a Dios sentimientos, acciones,
reacciones y pensamientos al estilo de los hombres, los artífices de los
Targums sintieron que todo esto aplicado al Altísimo seguía siendo demasiado humano,
y, entonces, comenzaron a usar una circunlocución para expresar el nombre de
Dios, es decir, no hablaban de Dios, sino de la
Palabra, la memra
de Dios, dando lugar a lo siguiente: en Ex. 19:17, los Targums dicen que Moisés
sacó del campamento al pueblo para encontrarse con la memra, la Palabra de Dios, en vez de con Dios.
En Dt. 9:3, la palabra de Dios,
la memra, es fuego consumidor. En
Is. 48:13 leemos: Mi mano fundó también la tierra y midió los cielos. Y en los
Targums se dice: Por mi Palabra,
mi memra, he fundado la tierra, y
por mi fuerza he suspendido los cielos. El resultado fue que las escrituras
judías, en su forma popular, se llenaron de la frase: La Palabra, la memra de Dios; y la palabra estaba
siempre haciendo, no
meramente diciendo.
(IV)
Recordemos que
palabra y razón están entrelazadas. En el pensamiento judío hay
otra gran concepción: la de Sabiduría
(sophia). Esto es así mayormente en Proverbios. Dios con sabiduría fundó la tierra (Pr.
3:13-20). El gran pasaje está en 8:1-9, donde la sabiduría existe desde
siempre; antes que la tierra lo fuera, la sabiduría estaba con Dios. Esta idea
se encuentra muy desarrollada en los libros escritos entre los dos Testamentos.
En Eclesiástico 1:1-10 se dice que la Sabiduría
fue concebida antes de todas las cosas, y que está derramada sobre toda la
creación. En la Sabiduría de Salomón, la
Sabiduría lo hace todo (9:12). La
Sabiduría fue el instrumento de Dios en la creación y está
entretejida con toda ella.
De este modo, en el pensamiento
judío tenemos dos grandes concepciones respaldando la idea de Jesús como
la Palabra, el logos de Dios. Primera, la Palabra de Dios no es únicamente discurso: es poder. Segunda, resulta
imposible separar las ideas de Palabra
y Sabiduría; y la Sabiduría
de Dios fue lo que creó y penetró el universo que él hizo. Al final del siglo
I, la iglesia tuvo que hacer frente a un serio problema de comunicación. La
iglesia se originó en el judaísmo, pero necesitaba presentar su mensaje a un
mundo griego, que las categorías del judaísmo le eran ajenas. Como Goodspeed
indica: "Un griego que quisiera ser cristiano estaba obligado a aceptar a
Cristo, el Mesías. Naturalmente, preguntaría qué significaba eso, y hubiese
habido que darle un cursillo de apocalíptica judía. ¿No había otra forma de
introducirle directamente en los valores de la civilización cristiana sin ser
siempre dirigido, podríamos incluso decir desviado, a través del.
judaísmo? ¿Debía el cristianismo
utilizar siempre un vocabulario judío?" Alrededor del año 100 d. de J.C.,
hubo un hombre en Efeso, llamado Juan, que advirtió el problema. Este hombre
fue quizás la mente más grande de la iglesia cristiana; y, repentinamente, vio
la solución. Tanto judíos como
griegos tenían la concepción del logos de Dios, ¿no podrían aunarse las dos
ideas? Veamos el trasfondo griego con que trabajó Juan.
(I)
Por el año 560 a. de J.C., hubo un filósofo
griego, llamado Heráclito, que también vivió en Efeso. Este pensador concebía
el mundo como un flujo. Todo está
cambiando continuamente; no hay nada estático en el mundo. Pero, si todo cambia
sin cesar, ¿por qué no es el mundo un completo y absoluto caos? Su respuesta
fue: "Todo sucede conforme al logos".
En el mundo operan una razón y una mente; esa mente es la de Dios, es el logos de Dios; y el logos es el que hace que el universo
sea un cosmos ordenado, y no un confuso caos.
(II)
Esta idea de una mente, una razón, un logos, gobernando el mundo fascinaba a
los griegos. Anaxágoras habló de la mente
(nous) que "todo lo gobierna". Platón decía que el logos de Dios era el que mantenía los
planetas en sus órbitas y el que traía de vuelta las estaciones y los años en
sus tiempos determinados. Pero fueron los estoicos, que estaban en su apogeo
cuando el NT fue escrito, quienes amaron apasionadamente esta concepción. Para
ellos el logos de Dios
"vagaba -como Cleanto decía- por todas las cosas". El curso de los
tiempos, de las estaciones, de las mareas, de las estrellas, en fin, de todo,
era ordenado por el logos;
el logos fue el que introdujo la
razón en el mundo. Posteriormente, la propia mente del hombre era una pequeña
porción del logos: "La razón
no es otra cosa que una partícula del espíritu divino inmersa en el cuerpo
humano", dijo Séneca. El logos
fue el que puso la razón en el universo y en el hombre; y este logos era la mente de Dios.
(III)
Esta concepción llegó a su climax con Filón, un
judío alejandrino que fusionó el método de pensamiento hebreo con los conceptos
griegos. Para Filón el logos de Dios
estaba "inscrito y grabado en la constitución de todas las cosas".
El logos es "el guardián por
medio del que el piloto del universo gobierna todas las cosas". "Los
hombres se igualan en su capacidad de entender al logos". "El logos es el sumo sacerdote que pone
las almas ante Dios". El logos
es el puente entre el hombre y Dios.
Ahora podemos ver lo que Juan
estaba haciendo por medio de su importantísima y profunda declaración:
"La Palabra fue hecha
carne".
(I)
Estaba vistiendo al cristianismo con un ropaje
que un griego podía interpretar. He aquí un desafío para nosotros. El rehusó
seguir expresando el cristianismo por medio de las anticuadas categorías del
judaísmo, y usó categorías que, en su tiempo, se conocían y entendían. Una y
otra vez la iglesia ha fracasado en esta tarea (de expresar las mismas ideas
con distintas categorías) por pereza mental, por miedo a cortar las amarras del
pasado, por huir de alguna posible herejía; pero "el hombre que quiera
descubrir un nuevo continente tiene que aceptar el riesgo de navegar por un mar
que no está en la carta". Si, en cualquier tiempo, hemos de hablar a las
gentes del mensaje cristiano, debemos utilizar un lenguaje que puedan entender.
Esto es precisa mente lo que Juan hizo.
(II)
El autor del Cuarto Evangelio estaba dándonos una
nueva cristología. Llamando a Jesús logos,
Juan declaraba que.
(a)
Jesús es
el poder creador de Dios venido a los hombres. Jesús no sólo habló la palabra de conocimiento: El es la palabra de poder. Jesús no vino tanto para decirnos cosas como para hacer cosas por nosotros.
(b)
Jesucristo
es la mente de Dios encarnada. Podríamos bien traducir las palabras de Juan:
"La mente de Dios se hizo hombre". Una palabra es siempre "la
expresión de un pensamiento", y Jesús es la perfecta expresión del
pensamiento de Dios para los hombres.
Haremos bien en redescubrir y
predicar otra vez a Jesucristo como el logos,
la Palabra de Dios.