G3807
PAIDAGOGOS3807
EL GUARDIÁN DE
LA NIÑEZ
de G3816 y una forma reduplicación de G71; líder de muchacho, i.e. siervo cuyo oficio era llevar a los niños a la escuela; (por implicación [figurativamente] tutor [«pedagogo»]:- ayo.
La palabra paidagogos se encuentra en el NT
solamente dos veces, pero es imprescindible entender bien su significado si se
quiere interpretar correctamente el pensamiento de Pablo. En 1 Co. 4:15, Pablo
dice a los corintios que aunque tengan diez mil
paidagogoi, no tendrán muchos padres; es decir, el que es su
verdadero padre en la fe cristiana. Aquí, la Versión Reina Valera Antigua y
revisión de 1960, traduce "ayos"; VP traduce: "diez mil
maestros". En Gá. 3:24, 25 la Versión Reina Valera Antigua dice que la ley
era nuestro "ayo" (paidagogos)
para llevarnos a Cristo ... mas venida la fe, ya no estamos bajo el paidagogos. VP dice: "la ley se
hizo cargo de nosotros, como si fuéramos niños". Ninguna de estas
traducciones es enteramente satisfactoria, por la buenísima razón de que
el paidagogos desempeñaba una
obligación que en nada se corresponde con nuestro sistema educativo.
Hasta los siete años, el muchacho
griego estaba casi exclusivamente a cargo de la madre. Pero, incluso entonces,
el paidagogos de la casa, si es
que lo había, decía lo que tenía que decir. Sócrates, en el Protágoras (325 c) de Platón, hablando
del niño, dice: "Apenas el niño empieza a comprender el lenguaje, la
madre, la nodriza, el padre y el Paidagogos
se afanan por hacerlo lo más perfecto posible." El paidagogos se hacía cargo de la
dirección del muchacho desde que éste empezaba a ir a la escuela hasta que
cumplía dieciocho años. El paidagogos
no era un maestro, según lo que nosotros entendemos por maestro, sino que su
deber consistía en: acompañar diariamente al jovenzuelo hasta la escuela, para
asegurarse de que había llegado a ella sin tener percance alguno; portar los
libros y la lira del chico; vigilar su conducta en la escuela y en la calle;
adiestrarlo en la moral y en el modo adecuado de comportarse. El paidagogos debía comprobar que el
muchacho iba por la calle con la cabeza ligeramente inclinada; debía ver que
daba la preferencia a los ancianos y que guardaba silencio en presencia de
ellos; tenía que enseñarle buenos modales a la mesa y a cuidar su porte. En
fin, debía aleccionarlo en todo lo que en griego se entiende por eukosmia, buenas maneras, buen
comportamiento, alegría de la vida. K. J. Freeman dice que el paidagogos era "una mezcla de
nodriza, lacayo, rodrigón y
tutor". Cuando, en el tisis
(208c), Sócrates trata de enseñar al joven que la vida no consiste en hacer
meramente lo que nos gusta, se desarrolla la siguiente conversación: "¿Te
permiten que te gobiernes a ti mismo o se te niega este derecho?"
"No; por supuesto que no me lo permiten." "¿Tienes entonces a
alguien que te gobierna?" "Sí, mi
paidagogos a quien ves aquí." ..."¿Y en qué consiste
este gobierno que ejerce sobre ti?" "Me lleva a casa de mis
maestros." La tarea del paidagogos
era ansiosa y sumamente práctica, sobre todo si el joven era altivo e
independiente. Platón decía que el paidagogos
es a su carga lo que el inválido a su salud: "Tiene que seguir a su
enfermedad donde ésta le conduzca, siendo incapaz de combatirla, y pasa su vida
en perpetua ansiedad, sin tiempo para otra cosa" (Platón, República 406a). Clemente de
Alejandría tiene una obra, llamada El
Pedagogo, en la cual asemeja la Palabra a nuestro paidagogos, y dice: "El paidagogos, por ser práctico, y no
teórico, ansía perfeccionar nuestra alma y adiestrarla en la vida virtuosa, no
en la intelectual." Plutarco, en su biografía de Quinto Fabio Cunctator,
cuenta cómo Fabio derrotó a Aníbal, siguiendo la táctica de ir continuamente
tras él. "Fabio continuaba sin pelear; cuando los ejércitos de Aníbal
marchaban, él también." Los más fogosos, los que deseaban entrar en
combate, tenían a Fabio en poco, hablando mal de él aun en su mismo ejército, y
se burlaban llamándole el paidagogos
de Aníbal, "ya que no hacía otra cosa que seguirle arriba y abajo como un
criado" (Plutarco, Vida de Fabio
5). Se nota claramente que el paidagogos
tenía una tarea muy constante y responsable.
Pero la médula del asunto viene
ahora. Algunas veces, el esclavo escogido para ser paidagogos era viejo y de mucha
confianza. Había algunos que tenían un elevadísimo concepto de su labor. Se
decía de un buen paidagogos que
cuando le preguntaron: "¿Cuál es tu deber?", él replicó: "Mi
deber es hacer del muchacho lo mejor."Cuando Temístocles quiso enviar a
Jerjes el mensaje secreto, que causó la ruina del caudillo persa, utilizó a
Sikinnos, el paidagogos de sus
hijos, al que después recompensó con dinero y concediéndole la ciudadanía
(Heródoto 8. 75). A veces, ciertamente, el
paidagogos era el amigo de confianza de la familia. Pero, muy a menudo,
el paidagogos era un individuo
poco satisfactorio, pues, con mucha frecuencia, se le escogía para esta tarea
porque -como Plutarco se queja- era demasiado viejo y endeble para realizar
cualquier otra.
Consta como dato histórico que
Pericles, cuando vio a un esclavo caerse de un árbol y romperse una pierna,
exclamó: "¡Mirad, ahora ya es un paidagogos!"
En el Alcibiades (122 b) de Platón, Sócrates
dice a Alcibíades: "Pericles te dio como
paidagogos a Zopiro el tracio, un esclavo inservible por la edad."
Al final del tisis de Platón,
los paidagogoi llegan y se llevan
a Lisis y a Menexeno. La conversación no había terminado y los jóvenes estaban
maldispuestos a marchar. Platón continúa: "Repentinamente, fuimos
interrumpidos por los paidagogoi
de Lisis y Menexeno, que cayeron sobre nosotros como divinidades malhechoras,
con los hermanos de los dos muchachos, y les dieron la orden de volver a casa,
pues se hacía tarde. Al principio, intentamos, junto con los asistentes,
alejarlos; pero ellos, sin prestarnos atención, sino apostrofándonos con ira en
su pésimo griego, llamaron a los dos jóvenes -nos parecía que habían bebido
demasiado en las fiestas de Hermes y que estaban poco dispuestos a charlar- y,
dándonos por vencidos, nos separamos." No es esta una bella imagen
del paidagogos, sino el cuadro
grotesco de unos esclavos ebrios, toscos, sin un ápice de moral ni de cultura.
Aunque, como hemos dicho, el otro extremo también se daba. En un papiro del
siglo Ill, una madre escribe a su hijo: "Aseguraos tú y tu paidagogos de que el maestro que
tienes es el que realmente necesitas." Y termina la carta: "Saludos a
tu honorable paidagogos. Recibe
mi amor." Pero lo normal era lo contrario.
En cualquier caso, el paidagogos existía por la única razón
de ir enseñando al muchacho a ser independiente. Jenofonte, en su obra sobre
Esparta (3.1), escribe: "Cuando los chicos llegaban a la juventud, cesaban
los paidagogoi y los maestros. Ya
nadie los gobernaba, sino que los dejaban como maestros de ellos mismos."
Cuando Pablo hablaba de que la
ley era nuestro paidagogos para
llevarnos a Cristo, en la misma frase, afirmaba que la ley era inadecuada e
insatisfactoria, llamada a terminar. Esta es otra forma de decir que Cristo es
el fin de la ley.