G3990
PENTHEIN3990
LA PALABRA DE
LA AFLICCIÓN PIADOSA
de un derivado de G4141 (significa hacha); cortar (la cabeza), i.e. truncar:- decapitar.
Penthein, verbo que
significa "lamentarse", "afligirse", "deplorar",
"llorar", "estar de duelo", es un vocablo griego muy usual.
En el NT se encuentra nueve veces.
Jesús preguntó y dijo si era
posible que los convidados a las bodas se
lamentaran entre tanto el desposado está con ellos (Mt. 9:15). Pablo
reprende a los corintios porque no lamentaron
la acción del hombre cuyo pecado había avergonzado a la iglesia (1 Co. 5:2). El
temor de Pablo era que, cuando llegara a Corinto, tuviera que llorar por muchos (2 Co.
12:21). En la Epístola de
Santiago, se insta a los pecadores a volver a Dios, a afligirse, a lamentarse y a llorar (Stg. 4:9). En
Apocalipsis, la palabra se usa tres veces respecto del lamentar que seguirá a la destrucción
de la gran Babilonia (Ap. 18:11, 15, 19).
Pero el uso más importante
de penthein está en las
bienaventuranzas. Lucas dice: "¡Ay de vosotros, los que ahora reís!
porque lamentaréis y
lloraréis" (Lc. 6:25). Y Mateo: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán
consolación" (Mt. 5:4).
Hay algo más, sumamente
significativo, acerca de esta palabra.
(I)
Penthein es, en el griego de todas las épocas, la palabra
que expresa con mayor fuerza la idea de lamentarse por un muerto o por uno que
es como si estuviera muerto. Homero (Iliada
19. 225) y Herodoto (4. 95) la usan en este sentido. Sófocles habla de Edipo
convulsionándose, atormentado por
sus recuerdos (Sófocles, Edipo Tirano 1320).
En la Septuaginta, es la palabra
que se usa respecto del luto de
Jacob por creer muerto a José (Gn. 37:34) y con referencia al llanto y al duelo de David por la
trágica muerte de su hijo Absalón (2 S. 19:1).
En los papiros también aparece
referida al llanto y a la aflicción que siguen a la muerte o a
la separación inevitable. En un papiro, está determinado lo siguiente: las
mujeres que estén de duelo vestirán ropas oscuras. En otro papiro, un hombre,
que había sido abandonado por su esposa, escribe: Deseo hacerte saber que,
aunque me dejaste, he estado de luto,
llorando de noche y lamentándome
de día.
No hay palabra
griega de lamento más fuerte que penthein.
(II)
Probablemente hemos notado en los ejemplos
citados cuán a menudo dolerse y
llorar (penthein y klaiein) van juntos. El segundo hecho significante
acerca de penthein es que
describía el dolor que no podía ser
ocultado.
Describe no solamente la pena que
trae dolor al corazón, sino la que también trae lágrimas a los ojos. Penthein describe el pesar que no
puede ser disimulado.
He aquí, pues, la palabra que usa
el NT para expresar cómo debe el
cristiano deplorar su pecado (Mt. 5:4; 1 Co. 5:2; 2 Co. 12:21; Stg. 4:9).
El dolor del cristiano de su pecado no ha de ser blando, vago, sentimentaloide,
con el simple conformismo de que algo ha salido mal; ha de ser tan agudo como
el que se siente cuando nos hieren las fibras más profundas de nuestro ser.
Ha de ser un dolor que no está
oculto, sino que se manifiesta en las lágrimas y en la confesión del verdadero
corazón penitente. Es un dolor que se da cuenta de lo que Caryle llamaba
"la infinita damnación del pecado", rota en el corazón cuando éste
ve, en la cruz, a lo que el pecado puede dar lugar.
Uno de los grandes relatos de
conversiones en los tiempos modernos fue el del asesino japonés, Tokichi Ishii,
que, leyendo el NT en la prisión, se convirtió. Era un hombre bestial, de
crueldad salvaje, infrahumano en todos los crímenes que había cometido.
Fue convertido entre tanto leía
la Biblia que dos mujeres canadienses le habían dejado, tras no haber podido
obtener de él ni una pizca de respuesta humana a algo que le dijeron. Tokichi
comenzó a leerla y, cuando llegó a la oración de Jesús: "Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen", cuenta que le sucedió lo
siguiente: "Dejé de leer. Sentía el corazón herido; algo así como si me
estuvieran clavando en él una aguja muy larga y muy aguda." El dolor de
este hombre, de su pecado, era el dolor del corazón quebrantado.
La palabra penthein nos dice que ni siquiera
hemos iniciado el camino cristiano si no hemos tomado el pecado con tal
seriedad, que nuestro dolor de él sea semejante en intensidad al dolor que se
siente cuando alguien se nos muere. El cristianismo empieza con la piadosa
aflicción del corazón quebrantado.