G4456
POROUN4456
Y POROSIS4457
EL
ENDURECIMIENTO DEL CORAZÓN
aparentemente de πῶρος póros, (una especie de piedra); petrificar, i.e. (figurativamente) endurecer (hacer necio o encallecido):- embotar, endurecer.
Poroun, el
verbo, y porosis, el sustantivo,
son dos palabras usadas en el NT para expresar la idea de lo que la Versión
Reina Valera Antigua llama "endurecimiento del corazón de los
hombres". Los dos vocablos son interesantes, y no sólo por su historia,
sino también por la mutación que experimentaron en sus significados.
A espaldas de ambas palabras está
el término poros. Poros se usa en
una variedad de sentidos. Básicamente, significa una clase de piedra que
Teofrasto describe como el mármol de Paros en color y textura, pero más ligera.
Aristóteles aplicó la palabra a la estalactita. En los papiros, poros se usa respecto de la clase de
piedra que se utiliza para poner los cimientos de un edificio. Médicamente,
estos vocablos tienen ciertos usos técnicos.
Poros significa esa piedra yesosa que se forma en las
articulaciones y paraliza la acción. También significa el cálculo que se forma
en la vejiga. Porosis alude al
proceso de formación de un callo en la juntura de los huesos que han unido tras
haberse fracturado. Porosis no se
refiere a las durezas de la piel, como, por ejemplo, las que se forman en las
manos a causa de cavar. La palabra griega para esta clase de dureza es tuse, que no figura en el NT. Porosis es el durísimo, y sumamente
difícil de extirpar, callo de fractura. En todos los casos, es fácil apreciar
que, básicamente, la palabra expresa la idea de dureza impenetrable, como la
dureza de los huesos e incluso la del mármol.
Las palabras,
pues, siguen dos líneas de significado.
(a)
Son usadas respecto de la "pérdida de la
facultad de sentir". Ateneo cuenta que Dionisio de Heracle, de tanto
comer, engordó excesivamente y comenzó a tener accesos de letargo. Sus médicos
solamente podían hacerle reaccionar y ponerle en pie a base de pincharle con
largas agujas, pero, aún así, ciertas partes de su cuerpo habían quedado
totalmente insensibles, i.e., peporomene,
que es el participio perfecto pasivo del verbo
poroun. Las palabras ahora están definitivamente relacionadas con
la "pérdida de la sensibilidad".
(b)
Estos
vocablos están asociados a la idea de "ceguera" y a la de
"impotencia para ver". La palabra
poroun es la única del grupo que aparece en la Septuaginta, en
Job 17:7, donde la Versión Reina Valera Antigua tiene: "Mis ojos se obscurecieron de desabrimiento".
Así, pues, podemos decir que
estas palabras están respaldadas por tres ideas: "dureza",
"pérdida de la facultad de sentir" y "ceguera". Teniendo en
mente este trasfondo, vayamos al NT, donde
poroun y porosis aparecen juntas ocho veces.
(I)
Describen la condición mental de un hombre
"que no puede entender la lección que los tiempos están queriendo darle".
En Mr. 6:52, los discípulos se asombraron de que Jesús andara sobre las aguas,
porque aún no habían visto el significado del milagro de los panes y los peces,
por cuanto sus corazones estaban "endurecidos" (peporomene). Cuando estaban
atravesando el lago, se mostraban preocupados porque habían olvidado llevar pan
con ellos. Este episodio sigue, en Marcos, a la alimentación de los cuatro mil.
Jesús les preguntó por qué les preocupaba tanto no tener pan. "¿Aún tenéis
endurecido vuestro corazón?" (peporomene)
(Mr. 8:17). Aquí la palabra describe la ciega insensibilidad que no aprenderá
la lección. A veces decimos que ciertas cosas no causan "impresión"
en el ánimo de una persona; pero hubo algunos pensadores griegos que estaban
convencidos de lo contrario, pues, para ellos, era como si las palabras, las
opiniones y las ideas chocaran contra una especie de blanda y cerosa substancia
de la mente, dejando en ella una "impresión"; y esto lo creían
literalmente. Pero, si la mente se endurecía, evidentemente, la tal
"impresión" no se producía. En este caso, la palabra describe una
condición desdeñadora. Se refiere al hombre que está tan sumido en su pequeño
mundo, que no le afecta nada que provenga de otro; describe al hombre cuya
mente se ha cerrado a todas las ideas que no sean las propias, al hombre sobre
el que resbalan las enseñanzas de los tiempos.
(II)
Poroun y porosis describen la
condición mental del hombre "que se ha incapacitado para ver lo que
significa eso de palabra de Dios dirigida a él". Pablo dice de los judíos
que sus mentes se "embotan" cuando leen la palabra de Dios (2 Co.
3:14). Un hombre puede perder cualquier facultad si deja de usarla. Darwin se
lamentaba de haber perdido la facultad de apreciar la música y la poesía por
haber dedicado todo su tiempo a la biología, y también decía que, si pudiera
volver a vivir, mantendría activa esa facultad. Si un hombre confiere demasiada
autoridad a sus ideas durante demasiado tiempo, llegará un momento en que será
incapaz de aceptar las ideas de Dios.
(III)
Estas palabras describen "la actitud de los
judíos" hacia Dios. A pesar de los milagros de Jesús, los judíos no creían
en él porque Dios cegó los ojos de ellos y "endureció" sus corazones
(Jn. 12:40). Poroun y porosis son
las palabras que Pablo usa dos veces para explicar lo que había estado
sucediendo con Israel a través de toda su historia (Ro. 11:7, 25). Estos dos
vocablos describen al hombre que se obstina en seguir su propio camino, que es
sordo para los requerimientos de Dios, porque se rige por el dios que se ha
inventado y porque piensa que lo sabe todo mejor que Dios.
(IV)
La inmoralidad de los gentiles se debía a que
tenían el entendimiento entenebrecido por la
porosis de su corazón (Ef. 4:18). La ideí es que han prescindido
tanto tiempo de la conciencia, que, al final, éste ha cesado en su función; se
ha petrificado; se ha encallecido tanto, que ha perdido toda sensibilidad.
(V)
Cuando, en la sinagoga, Jesús estaba a punto de
sanar a hombre que tenía una mano seca, al ver las frías miradas de los orto
doxos por la obra que iba a hacer en el día de reposo, se entristeció po la
"dureza" (porosis) de
sus corazones (Mr. 3:5). En este suceso descu brimos, primero, que los que
miraban a Jesús con encono habían identi ficado durante tanto tiempo la
religión con las reglas y regulaciones que no podían reconocer la auténtica
religión; y segundo, que tenían una religión tan legalista, que habían olvidado
la simpatía y compasión humanas. Por haber estado siguiendo su camino -y no el
de Dios durante tanto tiempo, habían perdido a la vez la sensibilidad para
perci bir las apelaciones de Dios y las demandas de la necesidad humana.
Siempre que el hombre pone sus
ideas en el lugar que corres ponde a Dios, siempre que sigue tercamente sus
propios métodos, está en camino de caer en la condición que se caracteriza por
un corazón petrificado, una conciencia insensible y unos ojos ciegos.