G4586
SEMNOS4586
Y SEMNOTES4587
LA MAJESTAD DE
LA VIDA CRISTIANA
de G4576; venerable, i.e. honorable:- serio, honesto.
El adjetivo semnos y el nombre semnotes son palabras características
de las Epístolas Pastorales. Semnos
se encuentra fuera de estas epístolas solamente una vez, esto es, en la frase
"todo lo honesto" de
Fil. 4:8.
En las Epístolas Pastorales, semnos aparece en tres ocasiones. Los
diáconos deben ser honestos (1
Ti. 3:8); las mujeres, o quizás debería traducirse: las esposas de los
diáconos, deben gozar de la misma cualidad (1 Ti. 3:11). Las ancianas han de
vivir como maestras del bien
(Tit. 2:3).
El nombre semnotes también se encuentra tres
veces en las mencionadas epístolas. Debe orarse por los reyes y por todos los
que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda
piedad y honestidad (1 Ti. 2:2).
Semnotes, honestidad, es la cualidad que debe destacar más en un buen padre
(1 Ti. 3:4) y en un buen maestro (Tit. 2:7).
Claramente se aprecia que esta
cualidad de honestidad y dignidad
era entendida como la característica de la vida cristiana.
Semnos y
semnotes tienen un trasfondo y una atmósfera más notables en el griego
clásico. Ciertamente, puede decirse que, en la lengua griega, no hay palabras
que expresen tanta majestad como éstas. Estudiemos su uso en el griego
ordinario para que veamos exac tamente lo que exigen de la vida cristiana, y
para que entendamos la cualidad de que la vida cristiana debe revestirse.
(I)
El adjetivo
semnos es particularmente referido a los dioses.
Significa venerable, augusto, santo. Esquilo
dice que Apolo es el augusto caudillo
(Los Siete contra Tebas 800). Sófocles llama a Poseidón temible Poseidón (Edipo en Colono 55).
Los sacrificios a los dioses
son santos (Píndaro, Olímpicas 7.42); el templo de Apolo es
una casa santa (Píndaro, Nemeas 1.72). La palabra usada en cada
caso es semnos, pues semnos contiene en sí toda la
majestuosidad de la divinidad.
(II)
Pero había ciertos dioses respecto de los cuales
esta palabra se usaba especialmente, como, por ejemplo, de las Erinias. Las
Erinias o Furias eran divinidades inferiores cuya tarea consistía en castigar
el pecado. Y tanto era así, que, de hecho, eran llamadas semnai (el femenino plural del
adjetivo). Había tres de estas inflexibles divinidades - Alecto, "la que
nunca descansa"; Tisífone, "la vengadora del homicidio"; Megara,
"la celosa"- que, cuando un hombre pecaba, lo perseguían, y nada ni
nadie de este mundo o del otro podía evitar que le dieran su merecido.
"Eran vengadoras de las transgresiones cometidas contra el orden natural,
y, especialmente, de las ofensas que afectaban a los fundamentos de la sociedad
humana. Castigaban sin misericordia todo tipo de violación del deber filial,
así como el asesinato, el perjurio y otros delitos similares ... El castigo
comienza en la tierra y continúa después de la muerte". Las Erinias, las
Furias, las semnai eran nada
menos que los custodios de la justicia divina. Se habla mucho de ellas en la
tragedia griega. Sófocles las llama "majestuosos
sabuesos de pies ligeros para la venganza"
(Ayax 837).
Eurípides dice de ellas:
"Son espantosas; y
demostrarás ser sabio si no las nombras". La descripción más terrible de
las semnai está en la tragedia de
Esquilo Las Euménides esto
es, Las Gracias, nombre con que
los griegos llamaban a las Erinias para congraciarse con ellas y evitar su ira.
En esta tragedia, el coro de las vengadoras dice: "Nuestra cólera no caerá
sobre el limpio de manos, e ileso pasará todos los días de su vida; pero el que
peque, como este hombre ha hecho, y busque hundir sus manos en el sucio
homicidio, a él apareceremos, como verdaderos testigos a favor del que ha
muerto, y vendremos para vengar la sangre derramada, y nuestra venganza jamás
deja de ser tomada" (Esquilo, Las
Euménides 313-320).
Toda la majestad de lo divino se
encuentra en semnos, que describe
la cualidad característica del cristiano.
Pero estos vocablos aún tienen
otros usos muy luminosos.
(I)
Son palabras relacionadas con la realeza. Heródoto cuenta que los
egipcios, censurando la moral relajada de uno de sus reyes, decían:
"Deberíamos haberte puesto sobre un trono
de orgullo" (Heródoto, 2.173). Eurípides habla de un
"déspota orgulloso" (Las
Suplicantes 384). Platón utiliza semnos
para describir al "hombre más importante e influyente de nuestras
ciudades" (Platón, Fedro
257d).
Aristófanes, en Las Junteras, comedia en que las
mujeres se hacen cargo del gobierno y suprimen todas las distinciones sociales,
dice, como Rogers traduce:
"Tocante a la belleza,
tan sublime y grandiosa, la
enana, la deforme y la fea
ocuparán su lugar."
Jenofonte emplea semnotes para describir la magnificencia del porte de Ciro, el
rey persa. Semnos y semnotes
expresan toda la majestuosidad de la nobleza y la realeza.
(II)
Estas dos palabras se usan muy comúnmente
respecto de lo que es sublime y
magnífico en el lenguaje y la expresión. Aristóteles dice que el metro
heroico es semnos, solemne
(Aristóteles, Retórica 1408b 35).
Platón habla de la sublime y maravillosa poesía
trágica (Gorgias 502b). Píndaro
alude a las mentiras que se dicen con palabras grandilocuentes, y añade:
"El arte alado del poeta sabe revestir de
majestad hasta las mentiras"
(Nemeas 7.22).
Heródoto habla de usar un
lenguaje solemne en presencia del
rey (Heródoto, 7.6).
Aristóteles, discutiendo el
estilo literario, escribe: "El mérito de la elocución radica en que sea
clara sin ser vulgar. La elocución más clara es la que se compone de palabras
corrientes, pero es vulgar ... La que utiliza palabras extrañas al uso
ordinario es noble, semnos, y
escapa a la trivialidad" (Poética
1458a 21). Repetidamente, llegamos a esta idea de solemnidad, dignidad,
gravedad y peso.
(III)
Semnos y semnotes aparecen muy
a menudo en inscripciones funerarias. Son las palabras favoritas para describir
y pagar tributo a los que vivieron noble y rectamente. He aquí otra serie de
significados de estos vocablos; he aquí otro ambiente en que se mueven.
Se usan para expresar toda la
majestuosidad y suntuosidad de la realeza.
Se usan para expresar todo el
peso, la dignidad y solemnidad del discurso en su punto culminante. Se emplean
para todo lo que es amable y demanda respeto en la vida. Lo más grande que
puede decirse de uno que ya ha marchado es que fue semnos y vivió con semnotes, es decir, que en su vida
hubo la dignidad regia y la majestad real de la divinidad.
Aristóteles, el más grande de los
escritores éticos griegos, y uno de los más eminentes profesores de ética de
todos los tiempos, tiene mucho que decirnos acerca del hombre que es semnos y de la cualidad de semnotes.
En la Ética a Nicómaco, Aristóteles habla
del "magnánimo" y dice que es típico de esta clase de hombres
"no necesitar de la ayuda de nadie, y si le fuera necesaria, la buscará
con desgana, pero se pone inmediatamente al servicio de los demás; de cara a
los que tienen dignidades y a los favorecidos por la fortuna, da muestras de
altura, pero se manifiesta comedido con los de condición media, porque es
difícil y maravilloso (semnos)
brillar entre los primeros, y fácil hacerlo entre los segundos. Hacerse valer (semnunesthai, verbo
correspondiente a semnos) entre
los grandes es propio de un hombre bien nacido, mientras que este proceder resultaría
grosero entre los humildes" (Etica
a Nicómaco 1124b 21). El hombre semnos
distingue el momento de usar su dignidad.
Aristóteles dice que si los
deseos de un hombre son débiles, sin ser malos, la victoria sobre ellos no
tiene nada de lo que podamos sentirnos
orgullosos (semnos) (lbid. 1146a. 15).
Siguiendo con Aristóteles,
sabemos que este filósofo definía la virtud como el feliz término medio entre
los extremos del exceso y del defecto. Por tanto, para Aristóteles semnos es el término medio entre areskeia y authadia. Areskeia es la
característica del hombre que se muestra tan ávido de agradar, que cae en el
servilismo perruno; authadia
expresa, por el contrario, la condición del hombre que se preocupa tan poco por
complacer, que cae en la grosería del patán.
Semnos es la palabra descriptora del hombre que se conduce entre
los demás en una forma que combina la digna independencia con la amable
consideración. El hombre que, como Aristóteles dijo, es "benigno y amable
en su gravedad" (Retórica
1391a 28), y que es dignificado sin ser pomposo.
Cuando Plutarco describe al gran
caudillo Nicias, dice que la "gravedad
(semnotes) de Nicias no era áspera y enfadosa, sino mezclada con cierta modestia"
(Plutarco, Nicias 2). Esta
gravedad era dignidad y cortesía combinadas. Es fácil apreciar que la gran
cualidad que semnos describe es
la divinidad de los dioses; describe las Furias, las Erinias, que son los
instrumentos de la justicia divina; describe la nobleza regia, describe lo
sublime y magnífico del discurso y de la conducta; describe la característica
del hombre que sabe combinar la dignidad con la cortesía y la independencia con
la humildad cuando trata con sus semejantes.
R. C. Trench dice que el
hombre semnos "tiene una
gracia y una gravedad que no le presta la tierra, sino que las debe a esa
ciudadanía más alta que es también suya". La palabra latina para esta
clase de gravedad es gravitas, y Tertuliano escribe:
"Ubi metus in Deum, ibi gra. vitas honesta." Es decir: "Donde
hay temor de Dios, hay gravedad honorable" (Tertuliano, De Praescriptione 43).
Clemente de Alejandría resumió
esta idea cuando dijo que un cristiano es
semnos porque su vida se orienta hacia la divina (Clemente de
Alejandría, Stromateis 7.35.6).
La bondad, majestad y gravedad cristianas vienen al hombre cuando éste vuelve
su rostro hacia Dios, pues, entonces, incide en él la luz del Altísimo.
Es enormemente significativo que
las Epístolas Pastorales estimen tanto la majestad en la vida cristiana. Estas
epístolas fueron escritas en los días misioneros de la iglesia primitiva.
Fueron redactadas cuando la iglesia era una pequeña isla rodeada por un mar de
paganismo. En semejante tiempo no eran los sermones los que ganaban hombres
para Cristo, sino las vidas. Y los hombres eran ganados por la cabal
majestuosidad de la vida cristiana. Con demasiada frecuencia, la vida cristiana
es bloqueada por las pequeñeces. Demasiado a menudo, la profesión cristiana permite
que las fruslerías perturben la serenidad y la paz de los hermanos. Haríamos
bien en pensar en esta esencial majestad de la vida cristiana, y buscar que
haya más de ella en nuestra vida.
Hay un famoso incidente que tuvo
lugar en los días más grandes de la historia romana. Pirro había enviado a
Kineas como embajador suyo a Roma, y Kineas fue recibido por el senado romano.
Cuando volvió, dijo a Pirro que había visto y hablado a "una asamblea de
reyes".
A este hombre el senado romano le
pareció nada menos que una asamblea de reyes. Esto es lo que debería parecer la
iglesia cristiana. El cristiano ha de ser
semnos; ha de desplegar en su vida la majestad del vivir
cristiano.