G5243
HUPEREPHANIA5243
Y HUPEREPHANOS5244
PALABRAS DE
SOBERBIA
de G5244; soberbia:- soberbia.
Las palabras huperephania y huperephanos son poco
frecuentes en el NT, pero describen uno de los pecados más graves y típicos de
la naturaleza humana. Huperephania
es un nombre que usualmente se traduce soberbia.
Jesús dice que la soberbia es uno
de los pecados procedentes del corazón del hombre (Mr. 7:22).
Huperephanos es un
adjetivo que significa soberbio,
petulante, presuntuoso. En el Magnificat se dice que Dios ha esparcido a
los soberbios en el pensamiento
de sus corazones (Lc. 1:51). Los soberbios
son incluidos por Pablo en su terrible lista de pecadores de este mundo (Ro.
1:30). Los soberbios forman parte
de los pecadores de los últimos días (2 Ti. 3:2). Tanto Santiago como Pedro,
citando Pr. 3:34, dicen que Dios da gracia a los humildes, pero resiste a
los soberbios (Stg. 4:6; 1 P.
5:5).
Huperephania es un pecado
que el mundo antiguo conocía bien y sobre el que los maestros de ética tenían
mucho que decir. Los tales maestros derivaban
huperephanos de dos palabras griegas: huper, que significa encima, sobre, y phainesthai, que
significa mostrarse. El
hombre huperephanos era el que se mostraba por encima del
resto de los hombres.
Esto no hace referencia al hombre
conspicuo, cuya posición destacada aceptan los otros, sino al que se sube en el
pedestal que él mismo se ha creado y, desde ahí, contempla a los demás. La
característica del hombre huperephanos
es que mira despectivamente a través de su arrogante presunción.
En primer lugar veremos el uso de
estas palabras en el griego clásico. Jenofonte usa la palabra para describir
la cruel insolencia que anidaba
en el carácter de un joven rey que no sabía cómo gobernar a su pueblo
(Jenofonte, Ciropedia 5. 2. 27).
Los enemigos de Sócrates le acusaron de demostrar un soberbio desdén para con sus semejantes
(Platón, Symposium 219c). Platón
acusa a Homero de pintar a Aquiles como desplegando una abrumadora soberbia ante los dioses y
los hombres (Platón, República
391c). Los griegos contaban cómo los dioses jóvenes, encabezados por Zeus,
arrojaron del poder a los dioses más viejos, y Esquilo habla del espíritu presuntuoso de Zeus con
relación a esos otros dioses que habían sido derrocados (Esquilo, Prometeo 405).
Teofrasto dedica un estudio al
carácter del hombre que es huperephanos.
Empieza por definir huperephania
como el espíritu del hombre que tiene soberbia para todos excepto para él
mismo. El hombre que es huperephanos
nunca hace la primera visita a nadie. Cuando va por la calle, jamás habla a
quien se encuentra, sino que anda majestuosamente, ladeada la cabeza y perdida
la mirada, lleno de orgullo, ignorando a los demás. Cuando se le propone
ejercer algún cargo público, declina, alegando que está demasiado ocupado para
servir. Si da una fiesta, nunca se sienta con los invitados, sino que ordena a
algún criado que los atienda. Cuando escribe una carta, nunca dice:
"¿Querría hacerme el favor ...?" Dirá: "Quiero que esto se haga
lo más rápidamente posible" (Teofrasto,
Caracteres 24).
Como F. J. Hort indica: "Se
demuestra huperephania en la
forma presuntuosa de tratar a nuestros semejantes ... y esto dimana de un falso
punto de vista de lo que significa relaciones humanas." Huperephania hace ostentación de su
grandeza en presencia de los hombres.
Plutarco, en su biografía de
Pompeyo, habla de los piratas que infectaban el Mediterráneo, verdadera
pesadilla de los mercaderes, y de cómo Pompeyo los exterminó. Cuenta que estos
piratas navegaban en barcos con velas doradas, cortinas de púrpura y remos
plateados, de suerte que "más fastidioso que el temor que inspiraban era
la extravagante ostentación de su
equipo". Su mismo orgullo ya era un insulto a los hombres.
Ya podemos apreciar que huperephania es un feo pecado; pero
debemos continuar para verlo en dos de sus manifestaciones más características.
(I)
Huperephania y riqueza solían ir cogidas de
la mano. Las riquezas y posesiones tienen un modo peculiar de engendrar
soberbia. Estobeo conserva el siguiente fragmento de la obra de un escritor
llamado Calicratides: "Es inevitable que se hinchen de orgullo aquellos
que tienen grandes posesiones; que después se vuelvan jactanciosos (alazon); que más tarde se tornen arrogantes (huperephanos) y, por
último, que piensen que no hay otro como ellos" (Estobeo, 85.15).
Aristóteles, en su Constitución de Atenas (5.3), cita un
dicho de Solón, el gran legislador griego, que reza así: "Comúnmente, los
ricos son la causa de los disturbios en un estado." Por ello, desde el
mismo principio de su elección, Solón dijo que temía sobre todo a la codicia y
a la altivez, ya que a causa de
ellas nació el odio y la enemistad.
En su Arte de Retórica (1390b 33),
Aristóteles vuelve al mismo punto: "Los rasgos del carácter que
consecuentemente siguen a la riqueza están bien a la vista de todos. Los ricos
son insolentes y altivos,
afectados por la posesión de la riqueza, ya que se conducen como si poseyeran
todos los bienes; y la riqueza es como la medida del valor de las cosas, con lo
cual parece como si todo lo demás se pudiera comprar con ella."
En los papiros hay una carta que
habla de un hombre que llegó a despreciar a sus amigos porque se había hecho
rico. Otro escritor, dirigiéndose al que hasta entonces había sido su amigo,
dice: "Sin duda, la razón por la que nos
olvidaste es que tienes mejores cosas que hacer." Huperephania es el orgullo que despiertan
las posesiones; la altivez del hombre rico que piensa que con su dinero puede
obtener lo que le plazca; la soberbia del individuo que considera que cada
hombre y cada objeto tiene un precio que él puede pagar.
(II)
Pero huperephania
puede ir todavía más lejos. Huperephania
puede llegar a despreciar a Dios. La literatura judía del período
intertestamentario tiene mucho que decir de esta palabra y de sus
características. "Huperephania
es odiosa delante de Dios y de los hombres ... El principio de huperephania es apartarse de Dios y alejar de su Hacedor su
corazón" (Eclesiástico 10:7, 12).
Es lo opuesto al espíritu humilde
que sólo está dispuesto a adquirir verdadera sabiduría. Leemos que "la
sabiduría se aleja de huperephania"
(Eci. 15:8). Huperephania fue la
característica de los hombres orgullosos que se rebelaron contra Dios, dando
así ocasión al diluvio (Sab. 14:6).
Los judíos usan esta palabra con
especial referencia a dos hombres, los cuales cometieron el más terrible de los
sacrilegios por el hecho de introducirse en el Lugar Santísimo, donde solamente
podía entrar el sumo sacerdote. Uno de estos hombres fue Antíoco Epífanes, que,
lleno de soberbia, trató de
aniquilar la religión judía, comenzando por entrar en el Lugar Santo y profanar
el templo (II Mac. 9:7). "En su huperephania
entró en el santuario" (I Mac. 1:21, 24).
El otro hombre fue Pompeyo, que,
cuando conquistó Jerusalén, incurrió en el mismo delito. "Cuando el hombre
pecador se ensoberbece
(huperephaneuesthai, el verbo correspondiente), derriba los muros con su
ariete, y nadie puede impedírselo. Los paganos subieron contra tu altar; lo
hollaron con sus sandalias y con su soberbia"
(Salmos de Salomón 2:1, 2). "El adversario
obró con insolencia y su corazón estaba enajenado de Dios"
(Salmos de Salomón 17:15). "Destruya Dios a todos los que obran iniquidad
con soberbia" (Salmos de
Salomón 4:28).
Huperephania es el
espíritu que desprecia a los hombres y que se levanta arrogantemente contra
Dios. No es sorprendente que Teofilacto llamara
a huperephania la akropolis
kakon, la cúspide de todos los males.
Esta soberbia puede ser producto
de haber nacido en noble cuna, de las riquezas, de una amplia formación
intelectual e incluso espiritual. Trench la describe como "la naturaleza humana
en guerra contra Dios".
Aún nos queda algo que decir. Ya
hemos estudiado la palabra alazán,
descriptora del hombre jactancioso
que va atribuyéndose, a voz en grito para que todos puedan oírlo, bienes y
cualidades que no posee. Pero huperephania
es peor todavía, porque su asiento está en el corazón.
El bocaza jactancioso, el alazon, está bien a la vista de todos;
pero el huperephanos es el hombre
que podría dar la vuelta al mundo con los ojos caídos, las manos entrelazadas,
aparentando paz, y, sin embargo, ocultar en el corazón una silenciosa soberbia
para con sus semejantes. El huperephanos
es el hombre que puede manifestarse muy humilde y afectar mansedumbre, pero que
por dentro está lleno de orgullo.
Su pecado básico consiste en
olvidar que es una criatura y que Dios es el Creador, pues el huperephanos ha erigido en su corazón
un altar para él, y ahí se adora.