Mundo Hispano 2019-09-04
Éxo 13:1-22
f. La
consagración de los primogénitos, 13:1, 2, 11-16. Los
israelitas creían que el primogénito, fuera de los hombres o de los animales,
debía ser ofrecido a Dios (ver 22:29b, 30; 34:19, 20; Deu_15:19-23; Num_3:11-13,
Num_3:40-51; Num_8:16-18; Num_18:15-18).
La vida era don de Dios, y era propiedad suya en una manera única. Algo similar
se expresaba también en cuanto a las primicias de la cosecha (ver Exo_22:29; Deu_26:1-11).
El sacrificio del primogénito, y también las primicias, expresaban el principio
de pars pro toto,: la parte puede representar el total.
Hay evidencia de que antes del
éxodo algunos pueblos en Asia Menor practicaban el sacrificio de los
primogénitos en honor de sus dioses. En la época de Moisés entre los cananeos
todavía practicaban este sacrificio, y aún fue rechazado entre los
descendientes de Abram (ver Gen_22:1-14
donde se sustituyó un animal, un carnero, por Isaac). La legislación vino para
prevenir cualquier abuso cuando hubiera contacto con los pueblos de Canaán (ver
2Ki_16:3; Eze_20:31).
Para Israel esta celebración se
asociaba con la salvación de la vida de sus primogénitos aquella noche de la
Pascua egipcia. La consagración de los primogénitos fue la última de las
celebraciones recordatorias relacionadas con el éxodo: el motivo principal de
la Pascua era recordar la noche cuando Jehová
pasó de largo las casas de los hijos de Israel (Eze_12:27); el de los ácimos era recordar el día
cuando Jehová los sacó de Egipto (Eze_12:17), y el de los primogénitos era
recordar la matanza entre los egipcios (Eze_13:15).
Conságrame (v. 1),
es decir “sepárame”, o “dedícame”, significa una dedicación para el uso del
Señor, en vez del concepto de algunos de una separación del mundo. El aspecto
negativo de separar, o apartar los primogénitos, es secundario a la fuerza
positiva de una dedicación para servir al Señor. El es creador de todo; todo le
pertenece.
Ya que los israelitas no sacrificaban
a sus hijos, era menester establecer medidas para la redención de los suyos.
Esto se hizo mediante el pago de un precio especial (v. 13). En este
pasaje no se especifica el precio; sin embargo, en épocas posteriores se
consideró la separación de los levitas a Jehová
como un substituto, una ofrenda por todos los primogénitos israelitas
(ver Num_3:11-13; Num_8:14-18).
En algunos pueblos cercanos se
ofrecía el asno en sacrificio a sus dioses (ver Ugarit y Mari); sin embargo, el
asno se consideraba en Israel un animal impuro: no es animal que tiene
pezuñas partida (Lev_11:1-8; Deu_14:3-8). Aunque impuro, era animal útil;
entonces, se lo rescataba sustituyéndolo con un cordero. Si el asno no era
rescatado se le daba muerte rompiéndole la nuca (v. 13); es decir,
rompiéndole la columna vertebral en la base del cráneo. Así se evitaba el
derramamiento de sangre. En épocas posteriores podía ser rescatado con el pago
de un precio (véase Num_18:14-16).
En el pasaje se incluyen tres
categorías de primogénitos: se ofrecerá en sacrificio el primogénito de los
animales limpios (posteriormente se lo ofrecerá al sacerdote como una parte del
sostén de éste); se rescatará con un cordero el primogénito de un asno, un
animal impuro, o se le dará muerte, y finalmente, se rescatará por obligación
el primogénito humano sin especificar el precio. (Muchos años más tarde se dará
cuenta del precio que pagó Jehová para
rescatar a la humanidad pecadora.) Todo esto es una señal como un
memorial de lo que hizo Jehová para
librar a Israel de la esclavitud (v. 16 con vv. 14, 15). Tal como las
instrucciones para los Azimos, la verdad debía llegar a ser una parte vital de
la vida misma como una señal sobre tu mano y como un memorial entre tus ojos
(v. 16; véase 13:9 y el comentario).
g. La
dirección divina, 13:17-22. Si la cronología sugerida en relación con 9:31,
32 tiene razón, las plagas habrían cubierto un período de unos diez meses desde
su comienzo. Aparte de la especulación en cuanto al tiempo transcurrido, lo
seguro es que las plagas lograron su propósito. Dios rescató a Israel de la
esclavitud y desde aquel momento en adelante, Israel tuvo una experiencia
histórica sobre la cual basar su fe. Sin embargo, la actividad divina no
terminó con la salida del pueblo de Egipto; Dios todavía siguió guiándolos en
el camino hacia la tierra prometida.
(a) La ruta,
13:17, 18. Tal como Jehovah rescató a los israelitas de la mano del faraón, así
los llevó en el camino hacia la tierra prometida. No los guió por el camino más
corto, el de la tierra de los filisteos para que no se desalentaran por
la guerra que tendrían que enfrentar con el pueblo de ese territorio (v. 17).
Este era el camino de la costa controlado por los egipcios. Los filisteos eran
un pueblo en proceso de entrar a la zona del Egeo por el mar. Poco después de
1200 a. de J.C. se establecieron en las llanuras costeras de la parte sudoeste
de Canaán, después de un frustrado esfuerzo de invadir a Egipto. A la tierra de
Canaán le dieron el nombre de Palestina, y por su ubicación en la ruta costera
llegó a ser llamado el camino de los filisteos. No era prudente que
Israel, recién librado de la opresión egipcia, tuviese contacto con elementos
tan fuertes como el ejército egipcio y los invasores filisteos. Por cierto, la
ruta militar que cruzaba el territorio de los filisteos les hubiera costado
unos diez o doce días de viaje para llegar a su destino. Sin embargo, no era la
hora.
Israel no estaba en condición de
asumir la responsabilidad de la libertad. Todavía tenía lecciones que aprender,
y una fe débil que debía ser fortalecida. Además, el Señor había instruido a
Moisés para traer al pueblo a Sinaí, el monte sagrado, para un encuentro
especial allí. La gente quería su libertad; sin embargo, no había logrado la
madurez suficiente para mantenerla. Por tanto, Jehová la llevó por las rutas de las caravanas del
desierto. Era una zona menos poblada, con pocas guarniciones egipcias, si aun
hubiera, y era un lugar propicio para lo que tenía que enseñar al pueblo.
Es imposible hoy identificar con
precisión la ruta del éxodo, y cualquier identificación geográfica es
tentativa; sin embargo, el propósito teológico del texto es claro y no hay duda
de lo que Dios hizo para defender a su pueblo y para satisfacer sus necesidades
básicas durante sus peregrinaciones. (Ver la discusión de la ruta en la
introducción al libro.)
Más bien, Dios
hizo que el pueblo diese un rodeo por el camino del desierto hacia el mar Rojo (v. 18).
La frase mar Rojo no proviene del texto hebraico sino de la Septuaginta.
El hebreo dice yam H3220 suph H5448
es decir, “mar de juncos”, o “mar de los cañaverales”. Probablemente éste no
era el Mar Rojo mismo, sino un brazo o una extensión del mismo más al norte
(ver la introducción al libro). La identificación exacta del mar carece de
importancia. La verdad es que Dios libró a los israelitas del ejército egipcio
abriendo paso por el agua (mar) cuando parecía que no había ninguna escapatoria
posible.
La última parte Deu_13:18 es traducido, Los hijos de Israel
salieron de la tierra de Egipto armados. El termino armados (hemushim
H2567)
significa “equipados”, u “ordenados para la batalla”. Otra palabra de la misma
raíz, hemishi H2568 significa “la quinta” y se
refiere al orden de días, meses, hijos, generaciones, etc. Algunos
comentaristas sugieren la traducción: Los hijos de Israel salieron de la
tierra de Egipto en la quinta generación. Los traductores que optan por la
teoría de una estadía de cuatro generaciones, prefieren esta traducción. Sin
embargo, no hay problema con la frase “ordenados para la batalla”, o “armados”.
Tenían armas que consiguieron de los egipcios; sin embargo, no estaban
preparados en el arte militar: Jehová
peleó contra los egipcios (Deu_14:13-14;
Deu_15:3) e intervino contra los de
Amalec (Deu_17:8-13).
(b) El pasado
honrado,Deu_13:19. Al salir de
Egipto, Israel llevó los huesos de José, de acuerdo con la promesa hecha al
patriarca moribundo muchos años antes (ver Gen_50:24-25;
Jos_24:32). La fe de éste fue
justificada: Dios ciertamente os visitará con su favor y os hará subir de
esta tierra a la tierra que juró dar a Abraham, a Isaac y a Jacob (Gen_50:24). Por su parte, los descendientes
honraron la palabra de sus padres.
(c) La columna
que guía,Gen_13:20-22. Son varias
las explicaciones ofrecidas para la columna de nube de día y la de fuego de
noche: (1) Jehová iba delante de ellos
por medio de un brasero ardiente cuyo humo guiaba de día y el reflejo alumbraba
de noche. Esta era la costumbre de un ejército o caravana de la época para
señalar la línea de marcha; (2) era el resultado de una actividad volcánica en
la zona (ver 19:16-18; 24:15-18); (3) era el resultado de nubes y relámpagos
asociados con el monte Sinaí, y (4) era el resultado de una presencia especial
de Jehová para guiar y proteger a los
suyos.
Se entiende que Jehová iba delante de ellos (v. 21)
por medio de su representante Moisés, y hasta con su presencia demostrada con
la nube. Así que, la interpretación mejor es la de la nube como la presencia
especial de Jehová con los suyos. La
nube juega un papel importante en el desarrollo de la historia desértica (ver Exo_33:7-11; Exo_40:34-38;
Num_9:15-16; Num_11:25; Num_12:5, Num_12:10; Deu_31:15).
Es un testimonio de la presencia única del Dios en una forma viva y dinámica
con Israel.
Verdades
prácticas
1. Para seguir la guía de Dios
hay que mirarlo a él; los que equivocan el camino son los que apartan su vista
de Dios.
2. Dios nos da la guía necesaria
cada día; cada día hemos de buscarlo.
3. En su dirección, Dios provee
luz para el tiempo de obscuridad y su refugio para el tiempo de calor.