Mundo Hispano 2019-09-05
Éxo 15:1-27 i. Las alabanzas de
Moisés y María 15:1–21.
Después de la victoria en el mar, Moisés y los
hijos de Israel elevaron su alabanza a Jehová
por medio de un cántico. Los énfasis de los caps. 14 y 15 son claros al
señalar que no fueron salvados por una fe creada por ellos. Lo cierto es que
ellos habían tardado en confesarla. En realidad la fe era un don de Dios, pues
Israel creyó después de haber sido librado por la mano fuerte de Dios. Sin
embargo, al darse cuenta de la grandeza de la hazaña, los redimidos
prorrumpieron en alabanzas a aquel que les había librado.
Los cánticos de Israel trataban
de muchos eventos de la vida cotidiana (por ejemplo: del trabajo, Isa. 16:10;
de los pozos de agua, Núm. 21:17, 18; del amor, Cantares; de la viña, Isa.
5:1–7, etc.); además, cantaban en las celebraciones religiosas (ver los
Salmos). El canto triunfal de Moisés era uno de victoria del género popular.
Dramatizaba el evento histórico en una forma poética que hacía más fácil
transmitir la verdad generación tras generación a través de las familias y en
el culto. Probablemente llegó a formar una parte vital en la celebración de la
Pascua.
A pesar de opiniones en contra,
parece que la evidencia es suficiente para atribuir la composición del cántico
a Moisés; el estilo concuerda con el de otros pueblos del Medio Oriente de su
época, los arcaísmos encontrados en el himno favorecen una composición
antiquísima, y la última parte del cántico indica la confianza de heredar la
tierra de Canaán en vez de considerarla ya conquistada. La primera sección del
poema mira hacia atrás a los hechos históricos inolvidables de Jehová ,
mientras que la segunda expresa la confianza de la victoria suya en el futuro.
El pasado y el futuro están en las manos de Jehová quien reinará por siempre
jamás (v. 18).
(a) La alabanza
por la victoria en el mar, 15:1-10.
La alabanza
a Jehová por su
persona (vv. 1–3). En el cántico del pueblo se emplea el
verbo singular colectivo (v. 1). La alabanza vino después de haber tenido la
experiencia con el Señor que produjo la fe. Había encontrado vida y libertad
cuando todo parecía perdido. El resultado fue una fe nueva que brotaba en
cantos a Jehová . No se exaltaba el pueblo a sí mismo por la victoria, sino
alababa al Señor, al que llamaba Jehová , Dios, padre y guerrero
(vv. 2, 3). Además, con júbilo, lo aclamaba con las frases mi forta-leza,
mi canción, y mi salvación (v. 2). Con
reverencia y gratitud empleaba tres verbos distintos para expresar su gozo: cantaré,
alabaré y ensalzaré (vv. 1, 2). En la alabanza, Jehová era el objeto de la adoración y del honor; el
pueblo quería honrarlo con su devoción. Lo alababan por sus hazañas,
especialmente por la de arrojar al ejército enemigo en el mar.
La palabra fortaleza (v.
2) se emplea en el sentido de "fuerza material" o
"seguridad" (ver Sal. 61:3. "torre fortificada"; Isa.
26:1), de "poder físico" (ver 2 Sam. 6:14), y de "fuerza personal,
social, o política" (ver Isa. 12:2, 45:24; Sal. 118:14). Llegó a ser una
palabra usada con frecuencia en la adoración de Israel.
El vocablo salvación (v.
2) significa "bienestar" o "prosperidad" (ver Job 30:15),
"liberación" (ver 2 Sam. 10:11, "auxilio"),
"salvación" de angustia o males externos (ver Isa. 33:2; Jon. 2:9) y
"redención" o "salvación" espiritual (ver Isa. 42:6, 52:7,
59:11). Aunque el contexto de la destrucción del ejército egipcio (v. 1) indica
la alabanza por la "liberación" (ver Hab. 3:8; Sal. 20:6, 7) no debe
olvidarse el contexto más amplio de 14:31 donde el pueblo hace su manifestación
de fe pública en Jehová . El cántico incluye los dos aspectos de la palabra: la
liberación física y la salvación espiritual.
Al usar la frase el Dios
de mi padre (v. 2b), Moisés identificó a Jehová , el
redentor, con el Dios de los patriarcas (ver 3:6; 18:4); la frase también se
usó en Génesis, durante la época de los patriarcas (ver Gén. 31:5, 42; 32:9).
Las expresiones, Jehová es un guerrero (v. 3) y Jehová combatirá por vosotros
(14:14), se refieren al concepto de "la guerra santa" que aparece con
frecuencia en los primeros libros del AT. Existen pautas en los caps.14 y 15
que se formalizarán más adelante. Kelley presenta seis de estas en un estudio
de Exodo (Exodo, p. 75): (a) Israel estaba amenazado por un ejército
superior y clamaba a Dios en su angustia (14:5–12; comp. Jue. 4:1–3), (b) se
aseguró al pueblo que Jehová era capaz
de librarlos (14:13, 14; comp. Jue. 4:14), (c) se mandó al pueblo que marchase
(14:15; comp. Jue. 6:14), (d) Jehová
intervino en favor del pueblo (14:21–25; ver Jue. 4:15), (e) el enemigo
se aterrorizó ante Jehová (14:24, 25;
comp. Jue. 7:20–22), (f) el pueblo dio crédito a Jehová por la victoria (15:1–21; comp. Jue. 5:1–31).
A las pautas indicadas en los
caps. 14 y 15, se agregan otras: la "guerra santa" tenía que ser
sancionada por Dios (ver Núm. 31:3); era en defensa del territorio del pueblo o
era para protegerles contra algún agresor, a menos que el Señor le hubiera
enviado al ejército como castigo por la infidelidad de otros; los soldados
tenían que ser dedicados a la tarea (ver Deut. 20:5–9; Jue. 7:3–6), y
mantenerse limpios conforme a los ritos (ver Deut. 23:10–14); Jehová peleaba por los suyos empleando la naturaleza
y dándoles una capacidad sobrenatural en la actuación (ver Deut. 20:4; Jos.
10:12, 13; Jue. 5:4, 20, 21; 9:19–22).
La "guerra santa" no
era un fin en sí, sino un medio para alcanzar la paz (ver Deut. 20:10–20);
tenía el propósito de librar al pueblo del pacto de alguna amenaza y de
preservarlo. Su fin no era la conquista, ni siquiera la de Canaán: Israel
consideraba que la tierra era suya por medio de la promesa de Dios a Abram. La
fe de Israel no negaba a otros pueblos el derecho de juntarse con ellos, si lo
hacían aceptando el señorío de Jehová
como su Dios único y ligándose por medio de las estipulaciones del pacto
(ver Exo. 19 y 20).
Por cierto, los guerreros de
aquella época no tenían las enseñanzas del Señor Jesucristo para guiarles, y a
través de la historia de Israel se encuentran algunos excesos de parte de los
que empleaban mal el concepto de la "guerra santa." Moisés no la
presentaba como un desafío para desenfrenados actos de hombres radicales que
hubieran perdido el respeto por la vida de otros. Por medio del concepto se
infundía en el pueblo recién librado la fe y la perseverancia en defensa de los
derechos justos de su causa; al mismo tiempo, se evitaban los excesos de
pasiones sin freno para con los demás. La "guerra santa" del AT no
era la misma a la que se aferran los terroristas hoy en día, aun cuando los
motivos de su queja sean justos.
La alabanza
a Jehová por la
victoria (vv. 4–10).
En una forma poética se dramatiza
el relato del cap. 14. La diestra (v. 6) era un símbolo de poder
en el pensamiento del AT (ver Sal. 20:6; 48:10; etc.). Además, con ella se
bendecía (ver Gén 48:17; Sal. 16:11), y con ella se fortalecía (ver Isa. 41:10,
13).
Por medio del soplo de
tu aliento (v. 8), o por medio de la tormenta del Señor, se abrió
paso por el mar. Dijo el salmista: Con tu brazo has
redimido a tu pueblo... Las aguas te
vieron y temblaron... Los nubarrones vertieron
sus aguas; tronaron las nubes; también
se desplazaron tus rayos... la tierra
se estremeció y tembló. Tu camino estaba
en el mar... Como a un rebaño has
conducido a tu pueblo por medio de
Moisés y de Aarón (Sal. 77:15–20).
(b) La alabanza
por la victoria futura en Canaán, 15:11-18.
Jehová es alabado por la grandeza de su ser, por los
hechos ya realizados, y por la victoria futura sobre los habitantes de Canaán.
La alabanza
a Jehová , el Dios supremo (vv. 11,
12).
“¿Quién como tú,
oh Jehová , entre los dioses?“ (v. 11)
’elohim H430 (palabra plural,
"Dios" o "dioses") es el vocablo que se emplea con más
frecuencia en el AT para el Dios verdadero (ver Gén. 1:1; aparece unas 245
veces y en 217 de ellas se refiere a Dios). Por medio del contexto no hay
problema en distinguir entre Dios y los dioses. El término se usa para indicar
hombres destacados (2 Rey. 24:15 "los poderosos"), ángeles (ver Sal.
89:6), e ídolos (Isa. 44:9, 10, 15, 17). Entre todos los dioses, de Egipto o
del mundo, no hay ninguno como Jehová . Con frecuencia se habla en el AT de
otros dioses como si existieran.
Dios es majestuoso (v. 11)
o "glorioso" (ver Isa. 33:21). La palabra viene de un verbo que
quiere decir "ser amplio", "ser grande", "ser
exaltado", o "ser noble". Es majestuoso en santidad
(v. 11). Dios no es hombre; él es qodesh H6944, es "santo",
"diferente", o "separado" del hombre. No implica que sea
inaccesible, sino incomparable.
Después de describir a Dios (cómo
es), se declara lo que hace. Con maravillas extendió su diestra y la
tierra los tragó (v. 11b, 12). Esta es una referencia
simbólica al Seol, el lugar de los muertos debajo de la tierra, como si se
hubiera abierto y tragado a los egipcios (ver Núm. 16:30–33).
La alabanza
a Jehová por la
victoria futura en Canaán (vv. 13–17).
De repente se cambia el
simbolismo de Dios guerrero al del pastor, y en su misericordia el Señor guía
al pueblo redimido a la santa morada (v. 13). Aquí la santa
morada es la tierra de Canaán en vez de Jerusalén, o Sion. De acuerdo
con las promesas de Dios, llegarán a la tierra prometida por medio de la
misericordia (hesed H2617) de Jehová que les ha redimido (ga’al H1350).
El destino del pueblo al cruzar
el mar no era la orilla opuesta, sino Canaán. Dios iba a introducirlos y
plantarlos en el lugar preparado para su habitación: en el monte
de tu heredad (v. 17; ver Deut. 3:25; Sal. 78:54)). Con un
destino asegurado, serían establecidos como un pueblo que adoraba a Dios.
La misericordia (v. 13) es
una palabra central del pacto. Significa el "amor de Dios" que se caracteriza
como su "amor leal". Refleja la gracia de Dios y despierta en el
recipiente fidelidad y lealtad hacia su benefactor. Cuando la palabra se
refiere al hombre, se espera una fidelidad (lealtad) que concuerde con la fe
del pacto (ver Ose. 6:4–6). Cuando la palabra se refiere a Dios, como en el v.
13, sugiere el amor bondadoso e inmerecido que viene de él. Se incluye la
redención de pecado, la dirección en la vida y la fidelidad de cumplir con lo
pactado. Su amor es fiel.
Dios redimió a los esclavos. El
verbo se refiere a una liberación por medio del pago de un precio de compra.
Dios los compró, y de una manera especial le pertenecían a él (ver 1 Cor. 6:19,
20). El verbo ga’al H1350 ("redimir")
significa "hacer la función del pariente más cercano". Eran varias
las funciones de redención estipuladas en el AT: (a) Rescatar una propiedad
vendida por un pariente pobre (Lev. 25:25), (b) ser el vengador de la sangre
inocente derramada de un pariente (Núm. 35:19; Deut. 19:6–10), (c) casarse con
la viuda del pariente más cercano para que hubiera prole para continuar el
nombre de la familia (Rut 3:12, 13). Dios era el pariente más cercano que
redimió al pueblo (ver Isa. 43:1; 41:14).
Los hebreos se habían librado de
un enemigo; sin embargo, habría más (vv. 14, 15). A éstos también pasarán: en
cuanto a los filisteos, a los edomitas, a los moabitas, y a los habitantes de
Canaán, sobre ellos caen terror y espanto;
ante la gran-deza de tu brazo (v.
16). El primer enemigo se hundió como piedra (v. 5), y los otros enmudecen
como la piedra (v. 16).
La alabanza
a Jehová por su
reino eterno (v. 18). Como clímax al cántico, se
proclama el señorío perpetuo de Jehová : Jehová reinará por siempre jamás
(v. 18). El es Señor de los señores; es Señor de la creación, es Señor de los
hombres y es Señor de la historia (ver Honeycutt, BBC, p. 377). El tema del
reinado de Jehová corre a través del AT
(ver Sal. 9:7; 29:10; 93:1; Isa. 24:23; Eze. 20:33; etc.)
Verdades prácticas
1. La adoración es un fin en sí
misma, no un medio. No adoramos a Dios para obtener bendiciones, sino para
agradecer las que ya nos ha concedido.
2. La adoración no se cumple si el adorador no
se presenta ante Dios con la completa disposición de cumplir su voluntad.
3. La alabanza, como el cántico de Moisés, es
una parte muy importante de la adoración. Se puede alabar con cantos, con
poesías, con lecturas bíblicas, con testimonios de gratitud, con exclamaciones
espontáneas y con otras diversas manifestaciones.
4. La adoración sincera y atenta produce en el
adorador una nueva o renovada disposición de consagración al Señor.
5. En la adoración nos ocupamos de Dios mismo,
no de su obra, si bien ésta se fortalece como resultado de la adoración.
(c) La alabanza
de María, 15:19–21.
A María se la llama aquí hermana
de Aarón (v. 20). No se incluye el nombre de Moisés posiblemente
por ser Aarón el mayor de los dos hermanos (ver Núm. 12:1–15). Era costumbre
que las mujeres celebraran una victoria con cantos y danzas (ver Jue. 11:34; 1
Sam. 18:6, 7; también Sal. 87:7; 149:3; 150:4). La frase enaltecido grandemente
(v. 21) en el hebreo enfatiza la intensidad de la victoria y glorifica a Jehová
; la victoria en el mar le glorificó.
(2) El viaje
a Sinaí: la fe probada, 15:22–18:27.
En esta sección del libro se
narra el viaje desde el mar Rojo hasta Sinaí. Es una parte de la historia de
las peregrinaciones que continua en Números 10:17. El tema principal es la
preservación del pueblo por medio de la providencia divina; sin embargo, no es
una providencia que viene de la tierra misma por medio del trabajo de los
hombres. Es una providencia que llega por medio de las provisiones milagrosas
de Dios.
Al parecer de los recién librados
esclavos, el desierto llegó a ser un capataz más cruel que los egipcios. Por
causa de la servidumbre habían desarrollado una mentalidad servil y siempre se
quejaban de las situaciones difíciles. Kelley observa: "La esclavitud
deshumaniza, y sus víctimas pronto pierden la voluntad para resistir" (Exodo,
p. 87). Sus amos egipcios les habían provisto el sustento diario, y con las
durezas del desierto añoraban la seguridad que habían conocido en Egipto. Al
olvidarse de los duros años de servidumbre comenzaron a pensar en el pasado
como algo lindo; era necesario que aprendieran la lección de confiar en la
providencia de Jehová .
En el desierto no había
panaderías ni carnicerías y el hambre los amenazaba. Era un lugar
inhospitalario, y corrían el peligro de ser atacados por fieras y por feroces
tribus aguerridas. Había poca agua, y siendo la gente tan numerosa, enfrentaban
el peligro constante de morir de la sed. Las dificultades apagaron el ardor por
la libertad que ardía tanto cuando estaban en Egipto y muchos no estuvieron
dispuestos a pagar el precio por ella.
Con todo, Dios demostraba una y
otra vez su amor hacia el pueblo. No se anticipaba a sus necesidades; sin
embargo, al enfrentarlas, aun con sus quejas, les daba lo necesario. Ross dijo:
"Deseaba que aprendieran a depender de él completamente; deseaba probar su
fe en él y hacerla crecer" (Estudios, p. 137). En el desierto se probó su
fe. Tuvieron que usar la que tenían: Israel "tenía que probar su fe y
hacerla crecer. El desierto era un gimnasio donde los músculos espirituales de
Israel se estaban fortaleciendo" (íbid).
¿Por qué llevó Dios al pueblo por
medio del mar y a través del desierto? Son varias las razones: (a) No era fácil
volverse atrás. El mismo mar que los protegía de los egipcios era un obstáculo
que les impedía volver con facilidad. (b) No serían amenazados por las tropas
egipcias ni podrían ser sorprendidos fácilmente por ataques de tribus hostiles.
(c) Era para enseñarles a confiar completamente en Dios: tal como la libertad,
el sustento vendría de él (Deut. 8:3), y tendrían que aprender a caminar por fe
y no por vista. (d) Era para probar la fe (15:25). (e) Era para usar la fe
(16:4). (f) Era para que Jehová les
demostrase su amor bondadoso y su poder por medio de su presencia con ellos.
Se debe notar la triste tendencia
del pueblo de murmurar y rebelarse contra Moisés y el Señor. Es un tema que
corre por el libro de Exodo tanto como por Números y Deuteronomio (ver 15:24,
25; 16:2, 3, 8; 17:1–7; también 14:10–12; Núm. 11:1–6; 14:2, 3; 16:13, 14;
20:2–13; 21:4, 5; Deut. 1:26–46). Childs observa que hay dos patrones evidentes
en las narraciones que tratan de las murmuraciones: El primero se relaciona con
una necesidad legítima que el Señor suple milagrosamente (ver 15:22–25; 17:1–7;
Núm. 20:1–13); el segundo se presenta como una queja ilícita sin una base de
necesidad real (ver Núm. 11:1–3; 17:6–13; 21:4–9; OTL, p. 258).
De igual manera, los autores
subsiguientes en el AT, al referirse al período formativo nacional, presentan
los dos lados. A veces miran el lado positivo como si fuera un período ideal
(ver Ose. 2:14; Jer. 2:2; Sal. 105:11–45); sin embargo, otras veces se refieren
a las murmuraciones como rebeliones que profanaban el nombre de Jehová (ver Eze. 20:13; Sal. 78:8–17; 106:6–33).
Algunos comentaristas consideran
que los dos patrones indican diferentes autores o fuentes literarias; sin
embargo, en vez de sugerir autores diferentes parece que son testimonios de la
realidad histórica de la lucha interna del pueblo y son típicos de la vida
humana. Israel, como pueblo, estaba psicológicamente en su "jardín de
infantes nacional". Había momentos de gloria y momentos de fracaso. A
través de todo, el autor hace énfasis en la actividad divina en elegir, librar,
proteger e instruir a un pueblo para ser instrumento de la salvación universal.
Como ilustración del principio,
la tragedia del fracaso del Israel físico no excluía a los
descendientes de Jacob de formar parte del Israel nuevo. La fe
neotestamentaria comenzó con un remanente de la nación física que aceptó a
Cristo como el Mesías prometido; poco a poco se dio cuenta del divino propósito
universal de incluir a todos los que creyeran en el Nuevo Pacto. Tal como había
fe e incredulidad en la época cristiana, de la misma manera había dos pautas en
el éxodo mismo. Un relato honesto sirve para inspirar y amonestar a las
generaciones futuras. De acuerdo con el propósito divino, los autores
inspirados eligieron de las pautas históricas la que ilustraría el mensaje que
presentaban.
a. La fe
probada por la sed, 15:22-27; 17:1-7.
Dos veces se narra el problema
causado por la falta de agua. Las dos se tratarán en esta misma división del
libro.
(a) El agua
amarga, 15:22–27.
Después de un reposo, Moisés
hizo que Israel partiese del mar Rojo
hacia el interior del desierto de Shur (v. 22; ver Gén.
16:7; 20:1; 25:18; 1 Sam. 15:7; 27:8). Aunque existen varias posibilidades para
la ubicación del desierto, es imposible identificarlo con exactitud.
La palabra Shur H7791
significa "muro" o "pared" y algunos intérpretes la
traducen con el vocablo "torre", indicando así alguna clase de
fortificación fronteriza egipcia. No obstante, en virtud de la ubicación más
allá del mar, parece mejor considerar el término como algo geográfico que
indicaba el aspecto del terreno precordillera que formaba una especie de
acantilados que separaban el corazón del Sinaí de la zona del mar.
Un camino de tres días indicaría
un viaje de unos 40 o 50 km. (ver 3:18; 5:3). Con el ganado y la gran cantidad
de gente, se hubiera acabado el agua que llevaban consigo. Al llegar a los
pozos con sed y esperanza, se encontraron con que las aguas no eran potables
(v. 23).
La palabra Mara (v. 23)
significa "amargura" y en la actualidad todavía hay terrenos ricos en
sales en Sinaí, cuyos oasis contienen aguas ligeramente salobres. El pueblo
tenía mala memoria; fácilmente se olvidaron de las obras maravillosas que Dios
había hecho. En su preocupación murmuraron contra Moisés diciendo, ¿Qué hemos
de beber? (v. 24; ver Mat. 6:31–33). La situación era crítica: Al
problema de la falta de agua potable se agregaba el de la rebelión contra Dios
que les había mandado a su siervo Moisés. A Moisés no se le presentó solamente
una crisis física de falta de agua, sino también una cuestión fundamental de
autoridad.
La primera acción abordó la
crisis de sed. Moisés, de acuerdo con su fe ya madura, clamó a Jehová (v. 25) quien le dio un remedio: Jehová le mostró un árbol
que endulzó el agua una vez arrojado en ella (v. 25; ver 2 Rey. 2:21). Algunos
árabes hoy en día dicen que existen árboles que pueden fijar las sales y
endulzar temporalmente las aguas salobres. Nunca sabremos si Moisés usó algo de
la sabiduría ganada por sus largos años en el desierto, o si fue simplemente
otro hecho sobrenatural del Señor a favor del pueblo. Si fue un árbol el que
endulzó las aguas, fue un milagro de anticipación. Años antes de la necesidad,
el Señor había comenzado la preparación para que estuviera listo en el momento
preciso. No obstante, ambos, Moisés e Israel, quedaron bien seguros que Dios
les había provisto el agua necesaria para salvarles de la muerte.
En segundo lugar, el Señor se
ocupó del problema de la autoridad. Dios había probado la fe de Israel (v. 25b)
y el pueblo no salió bien en la prueba. Entonces, Jehová les dio leyes y decretos
(v. 25b). No esperó el Señor hasta la llegada a Sinaí para iniciar la
reglamentación de la vida del pueblo. Su intervención era cuestión tanto de
autoridad como de convivencia. No hay indicaciones en el texto del contenido de
este cuerpo legal; sin embargo, podría haber estado relacionado con
indicaciones sanitarias y éticas. Lo que es claro era la importancia de confiar
en la legislación divina y de obedecer los mandamientos (v. 26). Dios prometió
que si prestaban atención a ellos no sufrirían las enfermedades o plagas con
las cuales fueron azotados los egipcios (v. 26). Lo más importante era que Dios
mismo sería su sanador (ver Núm. 21:4–9; Deut. 7:15; Sal. 103:3). Las leyes servían
de base para acciones preventivas; la presencia del Señor constituía el poder
sanador (ver Ose. 6:1; Isa. 57:18; Sal. 30:2). El obedecer significaría la
vida; el desobedecer resultaría en la muerte. La autoridad quedaba en manos de
Jehová y la obligación de obedecer era
responsabilidad del pueblo.
De Mara fueron a Elim, donde
encontraron manantiales de agua suficientes para sus necesidades (v. 27). Elim
H361
se relaciona con el nombre Dios (’el H410) y en su forma plural
significa un lugar de cultos donde había un terebinto o árbol grande. Se lo
identifica con Wadi Garandel, un fértil oasis ubicado a unos 95
km. de la ciudad moderna de Suez. Era un lugar de descanso sobre la ruta
caravanera entre Egipto y Sinaí. En esa época, los árboles y el agua podrían
haber sido interpretados como un lugar favorecido por un dios. Los doce manantiales
y las setenta palmeras podrían haber sido los números exactos de
lo que el pueblo encontró; no obstante, siendo que estos números significaban
para Israel algo ideal o perfecto, puede haber sido su manera de decir que el
Señor había provisto lo necesario en Elim. La tradición judía posterior vio una
correspondencia entre estos números y las doce tribus y los setenta ancianos de
Israel (ver Núm. 11:16).
(b) La falta
de agua, 17:1–7.
La primera ocasión de la sed era
por razón de no encontrar agua potable. La segunda era por falta completa del
líquido. Desde Elim el pueblo entró en el desierto de Sin que se ubica en la
parte sur de la península de Sinaí cerca del lugar tradicional del monte Sinaí,
o Jebel Musa.De allí se movió por etapas hasta Refidim (v. 1) que se ha
identificado con el Wadi Refayid. La ubicación está cerca de
Horeb, o el monte Sinaí.
Según el mandato del Señor, el
pueblo acampó en Refidim donde no había agua
para que el pueblo bebiese (v. 1). Por eso,
el pueblo altercó con Moisés pidiendo que les diera agua
(v. 2). Altercar viene del verbo rib H7379 que significa
"criticar", "disputar", o "litigar", y se lo
relaciona con el nombre Meriba (v. 7b) o "altercado".
¿Por qué ponéis
a prueba a Jehová ? (v. 2b) La palabra prueba
viene de la raíz nasah H5254 y quiere decir
"probar", "poner a prueba", o "tentar". Aparece
en el nombre Masá (v. 7b; ver 15:25), o "prueba". Moisés
condenó al pueblo por poner a Jehová a
prueba. Era Dios quien debía poner a Israel a prueba, no al revés.
El pueblo acusó a Moisés de
traerlo al desierto para matarlo de sed (v. 3) y estaba tan enojado con él que
hasta quiso apedrearlo (v. 4; ver 1 Sam. 30:6; 1 Rey. 12:18; Mat. 21:35; Juan
10:31–33).
Moisés clamó a Jehová pidiendo dirección y el Señor le indicó que
fuese a la peña de Horeb tomando consigo algunos ancianos del pueblo y la vara
con la cual golpeó el Nilo (vv. 5, 6; ver 7:20). El Señor le dijo que estaría
delante de él sobre la peña (v. 6), y que, al llegar, golpeara la roca con la
vara y saldría agua de la peña para que el pueblo bebiera (v. 6b). Dios es la
fuente de agua que da vida (ver Juan 4:10–15). Los ancianos tuvieron la
responsabilidad de informar al pueblo de la provisión nueva hecha por el Señor
para ellos.
La tradición judía dice que el
agua de la peña seguía a Israel durante sus peregrinaciones en el desierto
hasta su llegada a la tierra prometida. Parece que el apóstol Pablo se refería
a esta tradición cuando dijo: Todos bebieron la misma
bebida espiritual, porque bebían de la
roca espiritual que los seguía; y la
roca era Cristo (1 Cor. 10:4).
Al lugar se le dio un nombre
doble, Masá y Meriba (v. 7a), para que el pueblo recordara su
tonta pérdida de fe en el Señor y el altercado con Moisés. Sin embargo, más
allá de la provisión de agua, la lección mayor de la prueba fue la demostración
de que el Señor estaba con ellos (v. 7b).
Con experiencias tan grandes era
de esperar que la gente creciera en su fe y madurez espiritual. Sin embargo,
tal como sucede con el resto de la humanidad, para Israel era difícil recordar
las victorias de ayer cuando se enfrentaba a crisis nuevas en el camino.
Una vez más el Señor proveyó
providencialmente lo que el pueblo necesitaba. Es inútil buscar una explicación
racional del acontecimiento sugiriendo que Moisés pegó justamente a un
manantial o vena cegada de agua de la roca. Si hubiera sido así, sería tanto un
milagro de Dios utilizando la naturaleza como un hecho sobrenatural.