Mundo Hispano 2019-08-23
Éxo 2:1-25
(2) La
preparación y el llamamiento de Moisés, 2:1-4:31
a. El
nacimiento y la preparación hebraica, 2:1-9. Según Exo_6:20, los padres de Moisés se llamaban Amram
(lit. “pueblo exaltado”) y Jocabed (lit. “Jah es honor”). Moisés tuvo por lo
menos dos hermanos mayores nacidos antes del decreto del faraón: María, la
profetisa (ver Exo_2:4 y 15:20) y Aarón
(ver Exo_6:20; Exo_7:7; etc.). Moisés era levita, de la tribu
que sería seleccionada para ejercer las funciones sacerdotales (ver Exo_28:1; Lev_1:5;
Lev_8:12-13; Jos_13:33; Jos_14:4;
etc.); consecuentemente, los judíos interpretan que Moisés cumplía las
funciones de sacerdote, profeta (Deu_34:10)
y mediador. (Para la evaluación que hace el NT, ver Act_7:20-29
y Heb_11:23-29.)
Al nacimiento de Moisés, su
madre, vio que era hermoso (v. 2a) y logró esconderlo en contra
del edicto del faraón (ver 1:22). En la providencia de Dios, Moisés tuvo una
madre excepcional. Demostró su sagacidad logrando ocultar la evidencia física y
apagando los sonidos del llanto del niño por un período de tres meses (v.
2b). Cuando no pudo ocultarlo más, ella usó una antigua estratagema
semítica. Preparó una arquilla y puso al niño entre los juncos a la orilla del
río Nilo (v. 3).
A pesar de que pudo haber sido
pura coincidencia, no sería mal sugerir que Jocabed, como mujer sumamente
dotada, conocía bien tanto las tradiciones semíticas bíblicas como las
folclóricas de su pueblo. Según los relatos, el rey Sargón de Acad (siglo XXII
a. de J.C.) fue salvado por su madre poniéndolo en una arquilla en el río
Eufrates en Mesopotamia. El relato pudo haber sido lo que inspiró a la madre de
Moisés a construir la arquilla suya. De todos modos, la mano de Dios obró
milagrosamente.
Además, Jocabed demostró
sagacidad al obedecer la orden del faraón de echar al niño al Nilo. Además de
ser una mujer piadosa, sagaz y preparada, es evidente que entendía bien la
psicología de las mujeres egipcias. Sabía también la atracción universal de un
niño, especialmente cuando llora. Siendo una mujer muy observadora, había
notado la costumbre de una egipcia. A pesar de su posición real, una princesa
del palacio se acercaba diariamente al ribereño barrio hebraico con sus
doncellas para bañarse (v. 5). Esto ofreció el escenario para un
plan audaz y genial de una madre humilde que por amor de su niño hermoso hizo
todo para salvar su vida. En aquel momento no pudo ni aun imaginar lo que
significaría tal hecho monumental.
Con la arquilla colocada
estratégicamente para que la corriente no la llevara y que la egipcia la viera,
la madre puso su niña a una distancia discreta para ver lo que le
acontecería (v. 4). La hija del faraón vio la arquilla entre los
juncos y envió a una sierva suya para que la tomase (v. 5). Al
abrirla, el niño comenzó a llorar, y la mujer egipcia, reconociéndolo como
varón de los hebreos, tuvo compasión de él (v. 6).
Otra vez se ve el arte literario
del autor demostrado magistralmente en el texto hebraico: Siete veces empleó el
sustantivo niño (vv. 2, etc.), y siete veces se refirió a la hija del
faraón (v. 5, etc.). La narración fue bien preparada para su conservación y
transmisión oral.
Ahora llegó el momento crucial;
la madre había preparado bien a la niña. Al ver los hechos y al escuchar a su
hermanito llorar, la hermanita (probablemente María de 6 o 7 años de edad) se
acercó a la princesa y recitó las palabras bien aprendidas de memoria: ¿Iré
a llamar una nodriza de las hebreas para que te críe al niño? (v. 7b).
¡Te críe! ¡Ya era niño de la egipcia!
Sin dilatar, la hija del faraón
respondió: “Vé (v. 8a), y la muchacha llamó a la madre del niño
(v. 8b). No fue un encuentro casual el de las dos mujeres; fue uno lleno
de emoción y de reconocimiento. El diálogo fue breve y las palabras simples;
sin embargo, el contenido tenía un sentido doble. Uno era para las siervas de
la hija del faraón (y para los lectores casuales) que observaban el drama, y el
otro era entre dos mujeres separadas por la raza y los niveles sociales. La
vida del niño estaba en juego entre ellas. Y la hija del faraón le dijo:
“Llévate a este niño y críamelo. Yo te lo pagaré (v. 9).
Literalmente el texto dice: “Yo te daré tu pago (o recompensa)”. ¿Cuál fue el
pago que la madre quiso? ¡La vida del niño! Parece que la egipcia reconoció que
la nodriza que la muchacha trajo era la madre del niño. El pago económico era
secundario. Había entre las dos mujeres un entendimiento muy especial, y el
Señor hizo otro milagro en su plan de redención mundial. Sin darse cuenta dos
mujeres llegaron a ser instrumentos vitales en la preservación de la vida del
libertador futuro del pueblo escogido.
Verdades
prácticas 1. La vida sigue a pesar de la
opresión. El hombre se casa y tiene hijos a pesar de las condiciones que lo
oprimen. El hombre no detiene la vida por decreto; ésta sigue adelante, de
acuerdo con el plan de Dios.
2. El afecto natural, por venir
de Dios, desea y procura el bien para sus seres cercanos. De esta manera las
criaturas nacen en un ambiente propicio para crecer y reproducirse.
3. El verdadero amor es abnegado.
Está dispuesto a sacrificar su satisfacción por el bien de la persona amada. La
madre de Moisés, pese al dolor que esto le causaba, se separó de su niño para
salvarle la vida.
4. El Señor levanta aliados hasta
de entre los que se oponen a su pueblo. La hija de faraón estuvo dispuesta a
criar a Moisés a sabiendas de que era hebreo.
5. "La mujer tomó al niño y
lo crió." Y así la carrera del caudillo quedó asegurada. La influencia del
hogar puede ser determinante en la vocación del individuo. Tras de cada gran
hombre están los que en su infancia han influido en él con su enseñanza y
ejemplo. La grandeza del carácter no se da en el vacío.
6. Un hombre que ha crecido desde
bebé con el conocimiento de haber sido condenado a muerte por un tirano opresor
y haber sido rescatado, puede hacerse preguntas acerca de un papel que tiene
que desempeñar en el escenario de la vida. El corazón de este hombre es un
terreno fértil para el llamado del Señor a una tarea especial relacionada con
su experiencia, pues tiene una conciencia de destino.
Providencialmente el niño ahora
podría vivir legalmente y tendría la crianza e influencia de dos culturas; sin
embargo, la primera sería la de su madre israelita. Quedaría con ella hasta ser
destetado, y esto solía extenderse por un período más largo de lo que es la
costumbre moderna. Con frecuencia se extendía hasta la edad de cuatro o más;
Josefo pensaba que el niño estuvo con su madre israelita hasta los trece años
de edad (Antigüedades, 2, 9, 6). Moisés estuvo con su madre por lo menos
durante los tiernos años críticos y formativos. Ella influyó en él, aun
inconscientemente, y jugó un papel importantísimo en el destino de su vida y
ministerio final.
b. La
preparación egipcia secular, 2:10. El autor no se preocupó de los detalles
secundarios, sino que pintó con grandes rasgos los pasos fundamentales en la
preparación del líder futuro. Cuando el niño creció, la madre le llevó al
palacio, y la hija del faraón le prohijó. El vino a ser para ella su hijo, y
ella le puso por nombre Moisés, diciendo: “Porque de las aguas lo saqué“ (v.
10). El nombre tuvo un doble significado: para los egipcios significaba
“engendrado”, o “hijo”, es decir, “uno engendrado por el Nilo”; y para los
hebreos quería decir “sacado” o “uno sacado del agua”.
En el palacio fue objeto del
amor, de la protección y de las ventajas de uno que correspondía a la realeza.
Llegó a conocer el diseño del palacio como la palma de su mano, desde el salón
del trono hasta la cocina y los establos. Como dijo Esteban muchos años
después, recibió la educación clásica para ser un dirigente o administrador de
la nación (ver Act_7:22).
La educación de los príncipes era
amplia y rigurosa. Todo llegaría a serle útil en los años venideros, aunque
Moisés debió haber tenido un sentir de frustración durante muchos años en el
exilio. La educación clásica incluía instrucción en las ceremonias y en las
creencias religiosas. Los estudios legales también formaban una parte del plan
de estudios. Los príncipes recibían instrucciones en el arte de escribir, en la
sabiduría egipcia, en los escritos de los sumerios, en los sistemas legales
asirios y babilónicos, en la medicina, en la magia, en la geografía y en la
ciencia militar.
Fuera de la Biblia, la tradición
alaba a Moisés por su destacado servicio militar en una campaña al sur del
país. Lo cierto es que a Moisés le fue dada la oportunidad de recibir la mejor
educación de su época.
De acuerdo con la soberanía
divina, Dios usó al faraón en la preparación de aquel que sería el instrumento
humano para quitarle a Israel de su poder. Pero todavía le faltaban a Moisés
unas materias más en el plan divino de los estudios preparatorios, y el autor
se movía rápidamente hacia los cursos requeridos faltantes.
Verdades
prácticas
1. El llamamiento divino era, y
es, para servir con sacrificio. No hay una garantía de éxito material, ni de
una vida fácil.
2. Los tiempos económicos buenos
y de tranquilidad pueden ser malos si apartan al pueblo de Dios. Los tiempos
malos pueden ser buenos si acercan al pueblo a Dios.
3. La elección divina era, y es,
por la gracia. Dios eligió a una nación esclava para ser su instrumento. Tomó
al débil para confundir a los grandes.
4. Dios se preocupa por los
oprimidos y por la libertad humana.
5. Dios se opone al poder
inhumano, y los tiranos del mundo ven la salvación divina como una amenaza a
sus sistemas establecidos.
6. Dios se preocupa por la
salvación del alma, y por la libertad física de los esclavizados por cualquier
clase de tiranía.
7. A pesar del sufrimiento, la
vida dura y el trabajo arduo produjeron un pueblo fuerte y capaz de afrontar el
cambio difícil que iba a transitar antes de llegar a la tierra prometida.
c. La
preparación en el desierto,Act_2:11-25. En el
desarrollo de Moisés se destacan su compasión hacia los hebreos, y su poder
físico (vv. 11-14). Un día vio el abuso de un egipcio que golpeaba (del verbo nacar H5221) a un hebreo. El texto dice
literalmente que miró a uno y otro lado, y viendo que no había nadie, golpeó
[o pegó fuertemente; del mismo verbo nacar H5221] él al egipcio, y lo
escondió en la arena (vv. 11, 12, trad. del autor). Lo mató; le pegó al
egipcio tan fuerte que murió. Evidentemente no era su intención matarlo; sin
embargo, en su enojo contra una injusticia, se le fue la mano y perdió el
control de sí mismo.
Otra vez se habla de su fuerza
física: Como fugitivo de la justicia egipcia, estaba descansando junto a un
pozo de agua en la tierra de Madián. El solo echó a unos pastores (v.
17) de la zona defendiendo el derecho de unas mujeres de sacar agua.
Físicamente, Moisés era un hombre bien dotado y desarrollado. Moralmente, se
enojaba ante la injusticia social. Sin embargo, el tiempo de su liderazgo no
había llegado todavía. Dios tuvo que templarlo, prepararlo más y darle un curso
teológico especial.
El esfuerzo de ayudar a Israel
por medio de la violencia humana no produjo una chispa revolucionaria, sino
resultó en el rechazo de parte del pueblo de aquel que se levantó en defensa de
sus derechos. Al día siguiente de la matanza del egipcio, Moisés volvió a la
zona y observó a dos hebreos peleando. Entonces dijo al culpable: “¿Por qué
golpeas [del verbo nacar H5221] a tu prójimo?” (v.
13). El hombre rechazó a Moisés como jefe y juez, y le preguntó si pensaba
matarlo a él como había matado al egipcio (vv. 13, 14). Moisés
comprendió que el hecho era asunto público, y se preguntó: ¿Quién lo había
contado? Había tres personas allí el día anterior: el egipcio, el hebreo
maltratado y Moisés. El egipcio estaba muerto. El que había contado el asunto
era el hebreo, y el pueblo había tenido temor del que había salido en su
defensa. Cuando finalmente se identificó con los suyos, fue mal entendido y
rechazado.
Ahora Moisés tuvo que huir porque
según el v. 15 el faraón se enteró del asunto y procuró matarle. La
acción de Moisés fue un delito con doble agravante: Asesinó a una autoridad
pública mientras que ésta ejercía su función asignada, y la conducta de Moisés
podría producir una revuelta general entre los sojuzgados. Para Moisés, la
única solución a la situación creada era la fuga de la presencia [es
decir, la jurisdicción] del faraón y se fue a la tierra de Madián (v.
15). Con esto se terminó la primera etapa de su vida. Había alcanzado
cuarenta años de edad (Act_7:23).
Moisés huyó a la zona de Sinaí,
al este del golfo de Aqaba, en la península arábiga. Fuera del control de
Egipto, Madián estaba situado sobre las rutas de caravanas de Arabia y sus
habitantes, los madianitas, tenían la fama de ser mercaderes (ver Gen_37:28). Eran descendientes de Abraham por
medio de su esposa Quetura (Gen_25:1-2),
y Moisés, un levita, iba a vivir entre los suyos como hombre libre. Todavía le
hacía falta aclarar algunas verdades teológicas de su herencia hebraica; y,
como guía del futuro, necesitaba una orientación en el desierto. Su tiempo no
había llegado todavía (comp. Heb_11:24-26).
En círculos pastoriles como
también en tierras desérticas, un pozo de agua juega un papel importantísimo,
no simplemente en cuanto al agua viva, sino también en la vida social (comp. Gen_24:11 y 29:10), y así fue para Moisés.
Mientras que estaba sentado junto a un pozo, las hijas del sacerdote de la zona
llegaron para sacar agua, y según el testimonio de una de ellas, un hombre
egipcio las defendió de los pastores y las ayudó a sacar agua para
dar a las ovejas (v. 19). Como resultado de su acción vigorosa en
defensa de los derechos de las débiles, recibió una invitación del sacerdote de
comer con él. Allí Moisés obtuvo lugar para vivir, trabajar y casarse con una
hija del sacerdote. Ella se llamaba Séfora (lit., “pajarilla”). En Madián nació
su primer hijo, Gersón (v. 22).
Pasaron los años y falleció el
faraón tan opresivo (el oyente o lector lo sabe; Moisés no lo sabrá sino hasta
el 4:19). Entretanto, seguía el gemir de Israel a causa de la esclavitud
(v. 23), sin evidencia ninguna de recordar el propósito de su elección.
A pesar de clamar a Dios, el pueblo no vivía como Dios quería: Seguía la norma
de Jacob y no la de Israel (ver sobre 1:1). Parece que estuvieron al punto de
olvidarse de Dios; sin embargo, Dios no se había olvidado de ellos. Aun sin
haber logrado el propósito de su existencia, Dios reconoció su condición
(v. 25). Se acercaba el tiempo de su liberación.
En los vv. 24 y 25 se
cambia el énfasis, de la condición de Israel (v. 23) a la respuesta de
Dios, y al hacerlo, se presenta al Señor en términos personales. Sin que Israel
se diera cuenta, el Señor obraba. Antes de que Moisés supiera del cuidado
histórico de Dios, el autor se lo revela a los lectores. Dios miraba al mundo y
era el que lo controlaba, aunque a veces parecía que estaba ausente.
Sin saberlo el pueblo, Dios
oyó el gemido... se acordó de su pacto... miró..., y reconoció su
condición (vv. 24, 25). Dios obró sobre la base del pacto hecho con
los patriarcas (ver Gen_12:1-3; Gen_17:1-14; Gen_26:2-5;
Gen_28:13-15). La estructura del pacto
requería fidelidad a sus estipulaciones de parte de todos los participantes.
Dios era fiel en cumplir con sus promesas. El sabía que Israel no había
cumplido su parte; sin embargo, mantuvo su acuerdo con los patriarcas.
El verbo “miró” (v. 25a)
tiene un significado más profundo que simplemente ver algo; incluye conocer la
situación. Además, el verbo reconocer es dinámico y significa más que un
reconocimiento simple: lleva el sentir de estar involucrado con algo. Dios
sentía personalmente la opresión del pueblo y la compartía con ellos. Era un
Dios personal que oía y se acordaba de su pacto. Era un Dios que miraba,
reconocía y se preocupaba por un mundo oprimido y sufriente. También sufría
Dios, y aún hoy en día éste es el mensaje de la cruz. Todavía se preocupa el
Señor por su mundo.