Mundo Hispano 2019-08-26
Éxo 4:1-31
El miedo de falta de credibilidad, vv 4:. 1-9. Moisés temía
que el pueblo no le creyera (v.1). Era un problema, porque la credibilidad era
esencial si Moisés iba a guiarlo en el futuro. Por cierto, Israel tuvo que
guardarse de los profetas falsos (ver Deu_18:15-22
y 13:1-5). Además, ¿cómo podría probarles Moisés que el encuentro con
Jehová había sido real y no algo
subjetivo? No quería ser rechazado otra vez. ¿Cuál evidencia tenía él de la
presencia prometida del Señor?
En respuesta, Jehová le dio
tres milagros de transformación que podrían ser usados como demostraciones para
que creyera el pueblo que el Señor le había aparecido (v. 5). No se
dieron como pruebas conclusivas que servirían de una vez y para siempre para
convencer al pueblo de que Moisés era profeta de Dios. Tampoco eran pruebas finales;
aun éstas tendrían que ser aceptadas con fe en el propósito divino de una
liberación futura. Además, cuando los milagros mismos eran aceptados, el
significado no era claro para todos: el faraón los vio y no creía el propósito
de lo que veía.
La señal de la vara, vv. 2-5. Jehová
le preguntó: “¿Qué es eso que tienes en tu mano?“ (v. 2).
Moisés tenía lo que cualquier pastor tendría: una vara común. Tírala al
suelo (v. 3), le dijo Jehová , y cuando Moisés lo hizo, se convirtió
en una serpiente. Moisés conocía bien las serpientes que había en la zona y
huía de ella. Sin embargo, no era suficiente el milagro así. Extiende tu
mano y agárrala por la cola (v. 4). Cualquier adiestrado en manejar
las culebras sabe que agarrar la cola de una víbora no es lo mejor; debe
inmovilizarse la cabeza contra la tierra y agarrar la serpiente por atrás de la
cabeza. Sin embargo, según la palabra de Jehová , Moisés la agarró por la cola,
y volvió a ser vara en su mano (v. 4b). ¡Otro milagro! El
propósito era demostrar al pueblo que Dios de veras le había aparecido (v.
5).
La señal de la lepra, vv. 6-8. El segundo milagro fue igualmente dramático. A
la orden de Jehová , Moisés se metió su mano en su seno, y al sacarla, he
aquí que su mano estaba leprosa, blanca como la nieve (v. 6). La
mano bien bronceada por el sol caliente del desierto se había convertido en una
blanca: leprosa. Era la plaga tan temida, la que aislaba al individuo de la
sociedad y producía la muerte lenta pero segura con dolores agudísimos. Era una
enfermedad incurable. Entonces el Señor le dijo Vuelve a meter tu mano en tu
seno (v. 7), y la sacó sana como el resto de su carne.
La señal del agua, v. 9. Como si estos dos milagros no fueran
suficientes, Jehová le dijo que tomase
agua del Nilo y la derramara en tierra seca y se convertiría en sangre.
Dios le dio tres señales que serían suficientes para convencer al
pueblo, y parecería que satisfarían a Moisés también, pero no fue así. Todavía
seguía protestando obstinadamente, buscando liberación de su responsabilidad en
el plan redentor divino.
El problema de la comunicación, vv. 10-12. Moisés
protestaba que nunca había sido hombre de palabras y que era tardo
[lit. “pesado”] de boca y de lengua (v. 10). Se ha sugerido que
probablemente tenía un impedimento en el habla; sin embargo, de un análisis del
texto no lo parece. No tenía dificultad en presentar pronto las razones por las
cuales no debiera hacer el trabajo. Según el texto hablaba bien para formular
excusas y dar razones por las cuales el Señor no debía mandarlo a él al faraón.
Era tardo en decir que “sí” al llamamiento; era presto para decir que
“no”. Parece que el problema estaba no tanto en el hablar sino en la falta de
deseo de hacer lo que Jehová le pedía.
El Señor le respondía claramente; lo conocía completamente, no
solamente por nombre. Lo había creado, y no le prometió curar su impedimento
para hablar, sino que le mandó ir y le prometió estar con su boca y enseñarle
lo que tendría que decir (vv. 11, 12). La presencia divina no
simplemente le acompañaría (3:12), sino que le daría poder de hablar o
testificar eficazmente (ver Act_1:4-5; Act_4:8, Act_4:31;
etc.).
La falta de un deseo personal de ir, vv. 13-17. La última
petición de Moisés, que Jehová enviara a
otra persona (v. 13), trajo el enojo del Señor; no obstante, Jehová le dio a Moisés una válvula psicológica de
escape. Dios, el soberano Señor del mundo, le avisaba que su hermano Aarón,
aquel que hablaba bien, estaba en camino para encontrarlo (v. 14).
Evidentemente Moisés por años había tenido alguna clase de contacto
con la familia durante los cuarenta años de ausencia de Egipto, aunque escaso,
porque el texto dice al verte, se alegrará en su corazón (v. 14b).
Aarón sabía cómo encontrarlo y reconocería a Moisés. Frente al miedo de Moisés
de hablar en público (que venció durante su ministerio), Aarón sería su vocero (vv.
15, 16).
El texto aquí, en combinación con 7:1, ofrece la definición más clara
de la Biblia en cuanto al trabajo del profeta. Entonces Jehová dijo a Moisés: “Mira, yo te he puesto como
dios para el faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta“ (7:1). ¿Cuál era
la función profética? Tú dirás todas las cosas que yo te mande, y Aarón tu
hermano hablará al faraón... (7:2). Tu le hablarás y pondrás en su boca
las palabras... El hablará por ti al pueblo y será para ti como boca, y tú
serás para él como Dios (4:15, 16).
Al final del encuentro, el Señor le mandó: Lleva en tu mano esta
vara, con la cual harás las señales (v. 17). Enfáticamente
Jehová decía que era una vara especial, esta
vara, no otra cualquiera. Durante toda la vida de Moisés esta vara
iba a jugar un papel de importancia aun hasta el extremo.
Finalmente Moisés, el instrumento especial en la mano del Señor, se
sometió y salió del monte llevando la vara especial de Dios en su mano.
Jehová había logrado el primer paso;
quedaba todavía por convencer el pueblo incrédulo, además del faraón del
corazón endurecido (4:21). No obstante, se acabaron las protestas de Moisés.
e. El regreso a Egipto, 4:18-26. Todavía le quedaba a Moisés una
pequeña esperanza de escaparse del mando divino: tendría que pedir permiso de
su suegro, el jefe de la tribu (v. 18). Al casarse, se identificaba con
la familia de su esposa y aceptaba su gobierno. Pero aun ahí, el Señor ya había
preparado el camino y Jetro dijo a Moisés: “Vé en paz“ (v. 18b).
Entonces, Dios le reveló que el regreso no significaría peligro de vida para él
porque han muerto todos los que procuraban matarte (v. 19).
Con la bendición de Jetro y reasegurado por Dios, Moisés tomó a su
mujer y a sus hijos, los puso sobre un asno y regresó a la tierra de Egipto
(v. 20). En camino el Señor le indicó otra vez que el faraón no dejaría
ir fácilmente al pueblo (vv. 21-23). En aquel momento Jehová le explicó a Moisés su derecho para librar a
Israel: Israel es mi hijo, mi primogénito (v. 22). El faraón,
considerándose divino, pensaba que tenía derecho sobre el primogénito de Jehová
, aun hasta maltratarlos y matar a los niños varones. Jehová afirmó que él tenía el derecho de reclamar la
libertad de su primogénito. Si rehusara dejar ir al pueblo, Jehová tendría el derecho de matar al primogénito
del faraón. El veredicto ya expuesto por el faraón sobre Israel no era
simplemente contra un pueblo extraño que vivía en la tierra sino era contra su
propia gente. Lo que se sembrara sería lo que se cosecharía (ver Job 4:8; Psa_22:8; Hos_8:7;
Gal_6:7; etc.). El Señor indicó que al
final de la confrontación el faraón quedaría reducido a su mortalidad; era
impotente en frente a Jehová (ver Exo_10:1-2).
Los vv. 24-26 figuran entre los más difíciles de interpretar en
el AT. Si Dios lo había llamado, ¿por qué procuraba matarlo? (v. 24)
Evidentemente había otra lección para aprender antes de llegar a Egipto. El
trozo bíblico es muy antiguo y repleto de modismos. La expresión procuró
matarlo (v. 24) es una que indica que Moisés estuvo a punto de
morir. En aquel entonces se creía que todo lo que pasaba era resultado de la
voluntad y acción directa de Dios. No se pensaba en causas secundarias puestas
en acción por Jehová .
Hasta ahora, no existe ningún registro de la circuncisión de Moisés ni
de sus hijos; sin embargo, era un rito antiguo hecho con Abram cuando tenía
noventa y nueve años de edad. Era la señal del pacto entre el Señor y el pueblo
(Gen_17:1-2, Gen_17:10-14). Gen_17:14
pronuncia castigo sobre el hombre no circuncidado. Al ver a su esposo tan
enfermo, Séfora, su esposa (hija de un sacerdote también de la descendencia de
Abram), resueltamente tomó un pedernal afilado, de acuerdo con el rito
antiguo, y cortó el prepucio de su hijo y tocó con él los pies de Moisés...
(v. 25). Se usaba la expresión los pies como un eufemismo por el
órgano sexual, y Séfora, con la sangre del hijo, se aseguraba de que Moisés
llevaba en su cuerpo una señal de la circuncisión. Cuando se dio cuenta de que
Moisés mejoraba, ella dijo: ¡De veras, tú eres para mí un esposo de sangre!
(v. 25). Con esto se salvó la vida de Moisés y el autor agrega: Entonces
le dejó. Ella había dicho “esposo de sangre“ a causa de la circuncisión (v.
26). Era otra enseñanza acerca de la religión y práctica de Abram que
Moisés aprendió en el desierto. ¿Cómo podía él ir al pueblo con un llamado a la
fidelidad a la fe de los padres sin practicarla él mismo?
f. El encuentro con el pueblo,Gen_4:27-31. Del enfoque
sobre Moisés, el texto cambia para dar una mirada breve hacia el encuentro con
Aarón. Mientras Jehová trabajaba con
Moisés en Sinaí tocaba a
Aarón también en Egipto. Al impulso divino Aarón se fue al monte de
Dios buscando a su hermano menor, y felizmente lo encontró (v. 27).
Moisés, ya recuperado, le relató todo a su hermano (v. 28), y los dos
fueron a los ancianos de Israel (v. 29). Aarón relató todas las cosas
que Jehová había dicho a Moisés, y éste
hizo las señales ante los ojos del pueblo (v. 30). Con esto el pueblo
creyó; y. . . se inclinaron y adoraron (v. 31). ¿En qué
creyeron? Pronto se olvidaron (Gen_5:21).
Más tarde el texto dirá que el pueblo temió a Jehová , y creyó en él y en su
siervo Moisés (Gen_14:31). Al escuchar
el relato de Aarón parece que creyó más bien en las señales (lit.
"maravillas"), y Dios tendría que probar la fe para que fuera
duradera. Las señales eran demostraciones del poder y de la presencia divina; no
eran suficientes en sí para producir una fe que salva. Sin embargo, comenzaba
el proceso, y aun con sus limitaciones, el pueblo creía. Se había logrado
parcialmente el segundo paso. Ahora hacía falta persuadir al faraón.
Joya bíblica El
pueblo creyó; y al oír que Jehová
había visitado a los hijos de Israel y que había visto su aflicción,
se inclinaron y adoraron. (Gen_4:31)
Verdades prácticas 1. El
servicio en la obra del Señor mediante la iglesia no es opcional. Un cristiano
de carácter maduro sabe que aunque su cuerpo se agote por la edad, todavía
puede seguir sirviendo y luchando en oración.
2. El Señor nos envía a su obra, va delante de nosotros y conoce todos
los obstáculos que encontraremos. El mismo es la solución para ellos, y los irá
quitando conforme su plan y nuestra sumisión.
3. Si algunos cristianos emplearan la creatividad que tienen para
inventar excusas para no cumplir con el Señor, y la usaran para servirlo, la
obra sería más próspera.
4. Muchos quisieran poder hacer milagros para impulsar la obra del
Señor. No hay milagro que conmueva más a los incrédulos que el cambio que el
Señor puede hacer de una vida pecaminosa a una vida de santidad.
5. Los milagros u obras maravillosas las usa el Señor de acuerdo con
su plan divino. A diferencia del AT. los cristianos somos la morada del
Espíritu Santo, que va con nosotros a todas partes, y nos dirige, enseña y
fortalece. No vamos menos protegidos que lo que fue Moisés a enfrentar su
tarea. ¡Bendito sea el Señor!
Verdades prácticas 1. La
libertad de expresión es un derecho natural en una sociedad libre.
Consecuentemente, ha de defenderse hasta para aquellos con los cuales uno no
está de acuerdo.
2. El Señor es el autor de la libertad: "Porque el Señor es el
Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2Co_3:17). La Biblia propone libertades básicas:
(1) libertad física (Isa_61:1) y
espiritual (Rom_6:8), (2) libertad de
la ignorancia (Joh_8:32), (3) libertad
de palabra (Act_4:19-20), (4) libertad
religiosa (Mic_4:2), (5) libertad del
temor (Mic_4:3, Isa_2:4), (6) libertad de la necesidad (Mic_4:4; Isa_65:21-22),
(6) libertad económica (Isa_65:23). La
libertad es un concepto noble. ¿Es la libertad un ideal para uno solo, o para
todos? ¿Estamos dispuestos como Moisés a sacrificar la ambición personal para
que otros la tengan?
3. Nunca se es demasiado viejo para servir a Dios. Moisés tenía
ochenta años y Aarón ochenta y tres cuando salieron de Egipto (Isa_7:7). Moisés no se dio por vencido por su
edad, y no estuvo dispuesto a dejar la tarea de luchar por la injusticia a los
más jóvenes. Bajo la dirección del Señor puso su sabiduría y madurez a la
disposición de los demás.
Ver
dades prácticas 1. Cuando
Moisés y Aarón fueron al faraón por primera vez se dieron cuenta inmediatamente
que no podrían libertar al pueblo con sus propios esfuerzos. Muchas veces en la
historia bíblica los hombres aprendieron que no se hace la obra del Señor por
medio de la capacidad humana. Gedeón ganó la victoria sobre los madianitas con
solamente 300 hombres escogidos que llevaban teas, cántaros y trompetas.
Ciertamente el Señor los guiaba (Jdg_7:2-22).
Cuando el remanente volvió del cautiverio babilónico en 536 a. de J.C. y quiso
reedificar el templo, encontró oposición por todos lados. Dios mandó dos
profetas para dirigir la obra, Hageo y Zacarías. Ellos entendieron que el
templo sería levantado únicamente con la ayuda del Señor. Zacarías dijo:
"No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho
Jehová de los Ejércitos" (Jdg_4:6). Estos hombres de fe no presumían de la
ayuda de Dios, sino dependían de ella. La victoria final quedaba en las manos
del Señor, y él obraba de acuerdo con su plan y soberanía.
2. Moisés tuvo una revelación más completa acerca de Dios que la que
recibió Abraham. Los discípulos de Cristo recibieron una revelación acerca de
Dios que era mejor que la que recibió Moisés. Esto no indica que la revelación
más temprana era errónea, sino que no era tan completa como la siguiente. La
revelación final se encuentra en el Cordero de Dios quien "se despojó a sí
mismo, tomando forma de siervo. . . haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y
muerte de cruz!" (Phi_2:7-8). La
revelación de Dios vino por hechos históricos y en una forma progresiva que
concordaba con la necesidad del momento y con la capacidad de las personas de
recibir la verdad. Esto no implica que cada generación conoce más acerca de
Dios que las anteriores. Algunas generaciones rechazaron la verdad de Dios y
otras tuvieron que aprender las verdades básicas otra vez. La revelación
progresiva no concuerda con la teoría de evolución que implica una progresión
lineal desde un nivel inferior hasta uno superior. Al contrario, significa que
Dios se reveló lo necesario al momento preciso. La revelación subsecuente no
anuló la anterior (en contra del concepto dialéctico), sino abrió una nueva
dimensión a la verdad ya entregada. La revelación que Moisés recibió tuvo una
dimensión mayor que la de Abram (Phi_6:3-4)
tanto como la de Cristo es superior a la que Moisés recibió.
3. La salvación de Dios es liberación de toda clase de servidumbre.
4. El amor de Dios es constante y continuo.