Diario Vivir 2019-07-04
Génesis capítulo 15
15.1 ¿De qué podía temer Abram? Quizá temía la venganza de los reyes que acababa de derrotar (14.15). Dios dio a Abram dos buenas razones para tener valor: (1) prometió defenderlo ("Yo soy tu escudo") y (2) prometió darle una recompensa muy grande. Cuando tema lo que viene más adelante, recuerde que Dios no lo dejará en los momentos difíciles y que le ha prometido bendiciones extraordinariamente grandes.
15.2, 3 Eliezer fue el siervo más confiable que tuvo Abram. Fue como un mayordomo ("el que gobernaba en todo", véase Génesis 24). De acuerdo con la costumbre, si Abram moría sin dejar hijo, su sirviente más antiguo lo heredaría. Aun cuando Abram amaba a su siervo, quería tener un hijo para tener descendencia.
15.5 No se le prometió a Abram riqueza o fama. Ya la tenía. Más bien Dios le prometió una descendencia tan numerosa e incontable como las estrellas del cielo o como la arena del mar (22.17). Váyase a un lugar desolado y trate de contar las estrellas. Recoja un puñado de arena y trate de contar sus granos. ¡Es imposible! Cuando Abram había perdido ya la esperanza de tener un heredero, Dios le prometió descendientes tan numerosos que serían imposibles de contar. ¡Las bendiciones de Dios van más allá de nuestra imaginación!
15.6 Aun cuando Abram había demostrado su fe a través de sus acciones, fue la fe y no las acciones lo que hizo a Abram justo ante Dios (Rom_4:1-5). Nosotros también podemos tener una relación correcta con Dios al confiar en El plenamente. Nuestras acciones exteriores -asistir a la iglesia, orar y realizar buenas obras- no nos harán por sí mismas justos ante Dios. La relación con Dios se fundamenta en la fe, en la confianza en que Dios es quien dice ser y hace lo que promete hacer. Las buenas obras son una consecuencia natural de lo anterior.
15.8 Abram buscó confirmación y seguridad de estar haciendo la voluntad de Dios. Nosotros también anhelamos seguridad cuando pedimos su dirección. Pero podemos estar seguros de que lo que hacemos es correcto si hacemos lo que la Biblia dice. Abram no tenía la Biblia, nosotros sí.
15.13, 14 El libro de Exodo nos relata la historia de la esclavitud y la liberación milagrosa de los descendientes de Abraham.
15.16 Los amorreos eran uno de los pueblos que vivían en Canaán, la tierra que Dios prometió a Abram. Dios sabía que crecería la maldad de la gente y que algún día tendría que ser castigada. Parte de ese castigo incluiría quitarles la tierra y dársela a los descendientes de Abram. Dios, en su misericordia, estaba dando a los amorreos tiempo suficiente para que se arrepintieran, pero ya sabía que no lo harían. En el momento preciso, estarían listos para el castigo. Todo lo que Dios hace va de acuerdo con su carácter. El es misericordioso, lo sabe todo, y actúa con justicia y su momento oportuno es perfecto.
MELQUISEDEC
¿Le gustan los misterios? ¡La historia está repleta de misterios! Por lo general siempre tienen que ver con personas. Uno de los personajes más misteriosos de la Biblia es el Rey de Paz, Melquisedec. Apareció un día en la vida de Abraham (en ese entonces Abram) y nunca más se volvió a saber de él. Sin embargo, lo que sucedió ese día iba a ser recordado a lo largo de la historia y a la larga iba a ser tema en una de las cartas del Nuevo Testamento (Hebreos).
Este encuentro entre Abram y Melquisedec fue de lo más singular. Aún cuando ambos eran extranjeros y no se conocían, poseían una característica muy importante: ambos adoraban y servían al único Dios que creó los cielos y la tierra. Este fue un gran momento de triunfo para Abram. Acababa de derrotar un ejército y recuperaba la libertad de un grupo numeroso de esclavos. Por si tenía alguna duda en cuanto a quién pertenecía la victoria, Melquisedec se lo aclaró bien: "Bendito sea el Dios Altísimo que entregó a tus enemigos en tu mano" (Gen_14:20). Abram reconoció que aquel hombre adoraba al mismo Dios.
Melquisedec pertenecía a un pequeño grupo de gente honorable a lo largo del Antiguo Testamento que tuvo contacto con los judíos (israelitas), sin ser él mismo un judío. Esto indica que el requisito para ser un seguidor de Dios no es genético sino que se basa en obedecer con fidelidad sus enseñanzas y reconocer su grandeza.
¿Permite usted que Dios le hable por medio de otras personas? Cuando evalúa a otros, ¿lo hace considerando el impacto de Dios en sus vidas? ¿Se ha dado cuenta de las similitudes entre usted y otros que adoran a Dios, aun cuando la forma de adorar de ellos difiera bastante de la suya?
¿Conoce usted lo suficiente al Dios de la Biblia para saber si lo está adorando de veras? Permita que Melquisedec, Abraham, David y Jesús, junto con muchos otros personajes de la Biblia, le muestren sobre este gran Dios, Creador del cielo y de la tierra. Dios quiere que usted sepa cuánto lo ama. Quiere que lo conozca personalmente.
Puntos fuertes y logros :
-- Primer rey sacerdote de las Escrituras, líder con el corazón en sintonía con Dios
-- Sabía animar a los demás a servir a Dios con toda sinceridad
-- Su carácter reflejaba su amor por Dios
-- Nos hace recordar a Jesús; algunos hasta creen que era el mismo Jesús
Lecciones de su vida :
-- Viva para Dios y es probable que usted esté donde tiene que estar en el momento preciso. Examínese. ¿A quién o a qué es usted fiel por encima de todo? Si contestó con sinceridad que a Dios, usted vive para El.
Datos generales :
-- Dónde: Gobernó Salem, lugar de la futura Jerusalén
-- Ocupación: Rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo
Versículos clave :
"Porque este Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo[...] Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín" (Heb_7:1, Heb_7:4).
La historia de Melquisedec se relata en Gen_14:17-20. También se menciona en Psa_110:4, Hebreos 5-7.
15.17 ¿Por qué envió Dios esta extraña visión a Abram? El pacto de Dios con Abram era un asunto serio. Representaba una promesa increíble por parte de Dios y una gran responsabilidad para Abram. Para confirmar su promesa, Dios le dio a Abram una señal: un horno humeante y una antorcha encendida. El fuego y el humo sugieren santidad, su celo por la justicia y su juicio sobre las naciones. Dios tomó la iniciativa, dio la confirmación y siguió al pie de la letra sus promesas. La señal que dio Abram era una seguridad visible de que el pacto que Dios había hecho era real.