Mundo Hispano 2019-07-24
Gén 32:1-32
4. JACOB
CONTINúA HACIA CANAáN, 32:1-33:20
El regreso de Jacob a Canaán no
se presenta con facilidad. Además de la distancia y el peligro de hostilidades
de pobladores locales, Jacob tenía que encontrarse con Esaú de quién había
huido 20 años antes. Esta situación complicaba la posibilidad de que Jacob
llegara a Canaán y ponía en serio peligro la sobrevivencia de la familia. Pero,
una vez más, Dios permite que su propósito se cumpla.
Reconciliación
entre familiares Las peleas más amargas a veces
acontecen entre familiares. Puede ser por asuntos económicos, como la herencia,
o puede ser por diferencias ideológicas, políticas o de religión. Es triste ver
a una familia dividida por asuntos que no son tan importantes como los lazos
familiares.
Hace varios años había un señor
que se casó y tuvieron tres hijos. La señora murió y después de otros tres años
se casó de nuevo. Compró dos lotes más en el cementerio, y dijo que al morirse
quería ser enterrado entre las dos esposas. Tuvieron diez hijos en el segundo
matrimonio. Murió a los setenta y cinco años. Pero su viuda no quiso enterrarlo
en el lote que él había escogido. Los hijos de la primera esposa insistieron,
pero la viuda y los hijos de ella se opusieron. Se dividió la familia, y al fin
compraron otros lotes en el cementerio para enterrar al señor, con un puesto a
su lado para la segunda esposa. Durante años había rencor entre los hermanos,
pero con el tiempo se iba menguando. Al morirse la segunda esposa, ya los hijos
eran más unidos, y decidieron desenterrar al padre, enterrarlo en el lugar que
él había indicado, y con la segunda esposa al otro lado. Todos los hijos
quedaron contentos.
Si tenemos conflictos con los
hermanos o con los suegros, vale la pena ir, conversar y tomar las medidas
necesarias para buscar la reconciliación inmediata.
(1) Jacob teme
el encuentro con su hermano Esaú, 32:1-23. El mayor obstáculo ahora en
hacer concreto el regreso a Canaán es Esaú. En este tiempo, Esaú se había
trasladado a la región de Seir, territorio al sudeste del mar Muerto, donde se
une con los horeos y forma una unidad políticoétnica importante: Edom (36:6-8).
Jacob no estaba seguro de la reacción de Esaú de quien había huido 20 años
antes ante la amenaza de muerte de éste. Por ello, Jacob se prepara muy bien
para intentar el reencuentro con Esaú. La primera preparación es de orden
espiritual. Al continuar su camino, y posiblemente en respuesta a la oración de
Jacob a Dios, unos ángeles divididos en dos grupos o campamentos salen al
encuentro de Jacob. Esta experiencia indica la presencia protectora de Dios.
Encuentros con la divinidad son frecuentes en las experiencias de hombres
escogidos antes de iniciar importantes misiones en cumplimiento al propósito
divino (Moisés, Exo_4:24; Josué, Jos_5:13-15; Jesús, Luk_9:30-31).
Jacob fija la experiencia nombrando memorialmente al lugar y se siente
fortalecido, protegido y animado a seguir adelante. Más tarde usa esta
experiencia como modelo de estrategia de protección. La segunda acción
preparatoria es la de enviar mensajeros a Esaú. Con esto él busca adelantarse a
la reacción de Esaú y prevenir cualquier intento destructivo. La diplomacia de
Jacob se inicia al ver en la forma que indica que se exprese su relación con
Esaú: Siervo, lleno de riquezas (no sería carga a Esaú) y buscando hallar
gracia. Es decir, sin reclamar mérito o deuda.
Verdades
prácticas Y le salieron al encuentro
unos ángeles de Dios (Gen_32:1) Después
de hacer la paz con su suegro Jacob siguió su camino. No sabemos cuánta
distancia había recorrido cuando le salen al encuentro estos seres celestiales.
El texto no nos dice con claridad la función que vinieron para cumplir, pero su
presencia conduce a Jacob a reafirmar cuando menos tres cosas: (1) Que la
victoria que acababa de celebrar en las relaciones con su suegro se debió a la
intervención del Señor. (2) Que mientras iba por el camino, en obediencia a la orden
dada por Jehová , el Señor iba cuidándolo paso a paso. (3) Que de esa manera
recibía una "alegre bienvenida" al volver a su tierra. Recordemos que
cuando salió para PadamAram unos ángeles lo despidieron, ¿no serían los mismos
que ahora le daban la bienvenida? Solamente aquellos que han estado lejos de su
patria o de la tierra donde nacieron pueden comprender el gozo inefable que se
siente, la noche anterior, a estar de nuevo en su terruño.
El informe de los mensajeros que
regresan dan una indicación a Jacob del peligro que significa el encuentro con
Esaú. Este responde al informe de la venida de Jacob adelantándose a dicho
encuentro. Y seguramente después de informarse del tamaño del grupo humano que
viene, escoge una escolta de 400 hombres, suficiente para convencer a Jacob que
corre peligro de aniquilación. Para Jacob hubiera sido fácil volver hacia Harán
o mantenerse suficientemente alejado de Esaú. Pero aunque ello significaría la
seguridad de sobrevivencia, sería renunciar a la bendición del pacto y la
promesa patriarcal. Fiel a este pacto, Jacob apela a recursos extraordinarios
para vencer una de las muchas y grandes dificultades en su vida patriarcal. Y
en su fidelidad y riqueza de recursos radica la grandeza de este hombre. Y a
pesar del temor y de la angustia, Jacob toma la firme decisión de enfrentarse
con Esaú y continuar hacia Canaán. El temor y la angustia parecen ser comunes
en los hombres de Dios al enfrentar los grandes desafíos. A Josué Dios le
exhorta a no temer ni desmayar al enfrentar el desafío de la conquista. Jesús
se angustia antes de enfrentar la cruz.
Para enfrentar este encuentro
Jacob apela a estos recursos: Primero, divide su gente y su ganado en dos
campamentos, imitando la aparición de los ángeles en Majanaim. Así, en el evento
de un ataque, un campamento podría escapar y librarse.
Segundo, acude a la oración, la
que presenta varios elementos: Una invocación donde identifica a Dios como el
Dios Patriarcal (de los padres), del pacto y sus promesas. Y como Jehová , el
Dios de su experiencia personal en Betel y en Harán. Aquí se combina el Dios
recibido de la transmisión paterna con el Dios de la experiencia personal.
Ambos son imprescindibles en la vida del creyente (2Ti_1:5).
Luego recuerda a Dios que su regreso a Canaán, el que está causando esta
situación de peligro, se debe a su obediencia a la orden de Dios y a la promesa
de prosperidad. También hay una confesión: Su prosperidad actual se debe no a
sus méritos sino exclusivamente a las misericordias y fidelidad de Dios para con
él. La iniciativa fue de Dios que por su gracia obró un cambio en la condición
de Jacob: De la pobreza y desamparo ahora posee dos campamentos. Sólo el
propósito de Dios permitió a Jacob lograr lo que tenía. Por último, una
petición clara y directa: Líbrame... de la mano... de Esaú (v. 11).
El peligro concreto era la destrucción de la descendencia. Esta acción le
afectaría directamente en su instrumentalidad en el plan de Dios. Esta oración
demuestra el recurso más importante en la vida de Jacob: su relación personal
con Dios, su dependencia y confianza en él.
Tercero, envía a Esaú
sucesivamente varios presentes significativos como señal de cortesía y homenaje
a un gran personaje, según la costumbre oriental. En su encuentro con Esaú, los
siervos debían decir que era un presente a Esaú de su siervo Jacob y que éste
venía detrás para un encuentro. Esta estrategia indica la voluntad de Jacob de
perder una riqueza material y temporal a cambio de una seguridad futura. Además
explota al máximo las debilidades humanas de Esaú: su deseo de superioridad y
riqueza material inmediata. Todo esto es reminiscente de la compra de la
primogenitura. El propósito último era el de buscar apaciguar la ira de Esaú y
encontrar la reconciliación para asegurar el futuro. Más adelante usará esta
misma estrategia para tratar de apaciguar la ira de aquel hombre (2Ti_43:11-15). Por la noche cruza el río Jaboc
con toda su gente y ganado. Este río corría en una garganta profunda y por lo
general servía de una buena defensa natural en caso de enfrentamientos bélicos.
Al cruzarlo, Jacob renuncia a una defensa humana y se expone a dos cosas al
mismo tiempo: al ataque de Esaú y a la protección única de Dios.
(2) El
encuentro de Jacob con el ángel en Peniel,2Ti_32:24-32. Antes del
reencuentro con Esaú, Jacob, quedando sólo, tiene un encuentro personal con
Dios que se desarrolla de la siguiente manera: Primero, una lucha física con un
hombre que se le aparece. Al principio no se da la identidad del contendedor,
pero muy pronto se da a entender que el encuentro no es con un ser humano. La
lucha dura toda la noche indicando la tenacidad y fuerza de Jacob. Como
resultado de la lucha física y prueba de que no fue sólo un sueño, Jacob queda
afectado del nervio ciático o tendón de la pierna. Esto le causa una cojera que
limita permanentemente su fuerza física. Segundo, se desarrolla un diálogo de
tres intercambios, al final del cual, Jacob sale transformado espiritualmente,
con una nueva identidad y con la bendición pedida. En la primera y segunda conversación,
el ángel toma la iniciativa y pide una liberación de la lucha. Quiere así dar
por terminada la lucha y también intenta proteger su identidad. Jacob no le
niega la libertad sino le condiciona: No te dejaré, si no me bendices (v.
26). Seguro de la identidad divina de su contendedor, Jacob pide una
bendición. El ángel cambia el tema y pregunta a Jacob por su nombre. El nombre,
más que una identidad convencional o diferenciativa, refleja la personalidad. Jacob,
implicaba todo lo que él había sido hasta entonces. Aquí hay una confesión de
reconocimiento de que realmente Jacob era un “suplantador”, y que el engaño
había sido su arma en las dificultades de su vida. Tras esta confesión, viene
la transformación e identidad nueva: No se dirá más... Jacob, sino Israel
(v. 28). Este nombre, que significa “el que lucha”, no sólo identifica a
Jacob, sino será la identidad de la nación escogida por Dios. La tenacidad y
persistencia de Jacob en ser el instrumento humano del pacto, pese a las
adversidades, le hace acreedor de la victoria. En la tercera conversación,
Jacob toma la iniciativa y pide conocer el nombre de su contendiente. Conocer
el nombre personal de la divinidad significa privilegio de invocar su ayuda, su
presencia. Es penetrar en la naturaleza misma de la deidad. (Los judíos hasta
hoy día no pronuncian el nombre personal de Dios.) En vez del nombre, Jacob
recibe la bendición.
Un gran
testimonio personal 1. Jacob
llamó el nombre de aquel lugar Peniel, diciendo: Porque vi a Dios cara a cara y
salí con vida (v. 30). Este es un gran testimonio: "He visto a
Dios". Ninguna persona puede seguir siendo el mismo de antes después que
se ha encontrado cara a cara con el Señor. Hoy nosotros logramos la misma
experiencia de relación con Dios por medio de Jesucristo. El dijo: El que me
ha visto a mí, ha visto al Padre (Joh_14:9).
2. ... y cojeaba de su cadera
(v. 31) De aquí en adelante el caminar de Jacob no sería igual. Ahora su
andar le recordaba a él y a quienes lo veían que era una persona tocada por el
Señor. ¿Son nuestro andar, conversar y estilo de vida evidencias de que hemos
sido tocados por el amor de Dios a través de Jesucristo?
3. Cambia su nombre de Jacob
(suplantador) a Israel (príncipe de Dios).
El final del encuentro es marcado
por el nombramiento memorial del lugar: Peniel, que significa “cara de Dios” y
que refleja la experiencia real y personal de Jacob con Dios y su sobrevivencia
(v. 30). En el pensamiento bíblico, nadie puede ver a Dios y permanecer
con vida, excepto por la misericordia y propósito especial de Dios.
Dos aspectos significativos
resultan de este encuentro: Uno, la transformación espiritual de Jacob por la
gracia de Dios. Con esta transformación da nombre a la nación escogida y con la
descendencia de sus hijos hace a esa nación escogida una realidad histórica. El
otro, la nación de Israel nace de un encuentro con Dios. Su identidad está
ligada a ese encuentro con Dios, consistente con el llamamiento de Dios a
Abraham, la confirmación a Isaac y la experiencia de Jacob. De aquí en
adelante, las actuaciones, decisiones e iniciativas de Jacob, seguirán las
pautas recogidas en este encuentro con Dios. Al final, el encuentro con Esaú no
es lo más prioritario para Jacob, sino su propio encuentro con Dios. El enemigo
no estaba tanto en Esaú sino en el mismo Jacob quien siempre apelaba a sus
recursos y fuerzas en descuido de su comunión y dependencia de Dios. Obviamente
el encuentro en Peniel fue la respuesta a la oración de Jacob.
Nacemos de
nuevo Encontrarnos de nuevo con una
persona con quien hemos tenido dificultades es siempre difícil. El paso de los
años, la falta de comunicación, y los recuerdos del enojo, las palabras ásperas
que se dijeron y las emociones sentidas, todo crea una tremenda ansiedad que
deseamos evitar. Aun cuando podamos haber tenido algún contacto por medio de
otras personas, todavía existe una tensión muy fuerte. La única manera de
librarnos de tales sentimientos es encontrarnos con esa persona cara a cara, y
suplicarle con lágrimas, que por favor nos perdone. ¡Nacemos de nuevo! Esa es
la verdad preciosa que aprendemos en el reencuentro de Jacob con su hermano
Esaú.
El inmenso temor de Jacob se
transformó en tranquilidad. La última vez que vio a su hermano Esaú, Jacob,
sabía que su hermano lo odiaba a muerte, pero pasó el tiempo, ambos habían
tenido otras experiencias, ambos habían crecido y madurado en lo emocional.
Ambos habían cambiado. Cuando Jacob se encontró con su hermano, se dio cuenta
que entre ambos existía un afecto fraternal hermoso a pesar de que ambos
recordaban con pena lo que había ocurrido entre ellos.