Mundo Hispano 2019-08-08
Gén 46:1-34
(2) Jacob
decide ir a Egipto, 45:25-46:7. La decisión final de Jacob de ir a Egipto no
fue tan fácil ni inmediata. Muchos factores y situaciones debían resolverse
antes. La consideración determinante que guía en esta decisión es la fe de
Jacob en Dios y su fidelidad al pacto. Dos decisiones se debían tomar: Una la
de Jacob, un ser humano deseoso de ver a su hijo y proveer a su familia. Otra
la de Israel, un hombre comprometido con Dios e instrumento de un pacto
redentor. La conveniencia humana y el llamado divino una vez más se
entremezclan profundamente; sólo el hombre de profunda fe puede resolverlo
apropiadamente.
Esta decisión se desarrolla de la
siguiente manera. Primero, los hijos de Jacob regresan a Canaán y cuentan a
Jacob acerca de José. La expresión subir de o descender a Egipto es común de
los viajes EgiptoCanaán por la diferencia de altitud de terreno. Jacob temía
perder a algunos de sus hijos, pero ahora, todos los que fueron a Egipto
regresan. La noticia resaltante era acerca de José a quien hacía más de 22 años
Jacob había dado por muerto. Pero ahora sus propios hijos, los que antes le
habían traído la “prueba” de la muerte de José, le anuncian que José vive. Aquel
varón tan inquisitivo acerca de su familia, que demandaba ver a Benjamín a
toda costa y que había preguntado por el anciano de vuestro padre, era
nada menos que José. Jacob sin saberlo estuvo tratando de “comprar” la buena
voluntad de su propio hijo. Segundo, Jacob reacciona en forma ambigua al
principio. Se emociona y rehúsa creer por su sospecha natural hacia sus hijos,
y por la casi imposibilidad de un José vivo y nada menos que gobernador de
Egipto. Pero los hijos, con paciencia, le transmiten todo el mensaje de José
que en esencia era un llamado a su padre de ir a él a Egipto para recibir
sustento. Al ver las carretas, evidencias de que José estaba vivo, tenía una
posición elevada en Egipto, Jacob se convence y decide ir a ver a su hijo. Esta
es una decisión de un padre emocionado que después de años de dolor ve
finalmente el consuelo deseado.
Tercero, Israel inicia su viaje
hacia Egipto. No se menciona el lugar de residencia, pero con toda seguridad
era Hebrón. Es interesante notar el cambio de nombre en 46:1. Aquí ya no se
trata de una familia (Jacob) sino de una nación (Israel) con propósito
redentor. Antes de una decisión de migración definitiva, Israel acude a
Beerseba, el santuario patriarcal y donde anteriormente Isaac recibió el
mensaje de Dios de no descender a Egipto. El hombre de fe ofrece sus sacrificios
al Dios patriarcal y consulta sobre esta decisión tan importante. Dios no se
deja desear por mucho. En visiones le revela su voluntad, que coincide con la
interpretación de José de su propósito de haber sido enviado a Egipto antes. En
primer lugar, Dios se le identifica como su Dios personal y patriarcal. Esto es
importante, porque por el pacto ambas partes estaban comprometidas mutuamente.
Luego Dios le “autoriza” a emigrar a Egipto prometiéndole cumplir con las
promesas del pacto: su presencia; hacer de su descendencia una nación en Egipto
y hacer regresar a esa nación de Egipto a la tierra prometida que ahora estaban
dejando. Además, Dios le promete a Jacob que verá a José y éste le cuidará
hasta su muerte. Esta es una concesión personal de Dios como demostración de su
misericordia y un acto compensatorio por los muchos años de privación de su
hijo favorito. Es interesante notar que esta responsabilidad específica tocaba
al hijo primogénito. Aquí parece que Dios concede a José “de jure” o por derecho
el lugar del primogénito, posición que Jacob “de facto” o de hecho diera ya a
José desde un principio. Y en Egipto, José tomó la responsabilidad del
primogénito.
Es hasta ahora que Jacob/Israel
está listo para su emigración a Egipto. Parten de Beerseba, sur de Canaán,
hacia Gosén, nordeste de Egipto, unos 300 km. de distancia. Se resalta que el
traslado es total y definitivo. Jacob lleva toda la familia: hombres, mujeres,
niños; todo el ganado y todas las posesiones.
Desde no creer
hasta creer
Cuando los hermanos de José
llegaron a Jacob y le dieron la noticia: ¡José vive aún!, se quedó
pasmado, porque no les podía creer (v. 26). Aquí tenemos a
alguien que en el NT es men
cionado como un hombre de fe,
pero que de momento no podía reer que
Dios estaba cumpliendo fielmente su promesa. Muchas veces suponemos que la
respuesta natural del ser humano a las obras maravillosas de Dios es "con
fe"; total "creer". Jacob no lo hizo así, pero no lo culpemos,
pues su corazón se había ido resecando al paso del tiempo, literalmente su
espíritu se estaba muriendo.
El relato de todas las cosas
que José les había dicho y al ver todo lo que José había enviado hizo que el
espíritu de Jacob... revivió (v. 27). Este paso, desde el no creer
hasta el creer de Jacob, es el que da sentido y unidad a todo el relato y
mensaje del Pentateuco. Los hombres a quienes Dios usa son aquellos que dan el
salto de la "nofe" a la "fe" en un Dios que obra
maravillas.
Cuando podemos creer se produce
el milagro de un espíritu renovado dentro de nosotros. Esta es la perspectiva
de los profetas del AT cuando anunciaban su mensaje y proclamaban que creer y
un "nuevo corazón" son sinónimos (ver Jer_31:33-34;
Eze_36:26).
Por extraño
que parezca
Así partió
Israel con todo lo que tenía y llegó a Beerseba, donde ofreció sacrificios al
Dios de su adre Isaac (Eze_46:1).
A primera vista, uno podría
pensar que fue un error para los hebreos dejar la tierra prometida para ir a
Egipto ya que José muy bien podía enviarles cada cierto tiempo los alimentos
que fueran necesarios desde Egipto hasta Canaán. Sin embargo, la promesa de
Dios a Israel: No temas descender a Egipto (v. 3) muestra que
Dios aprobó aquella reunión de los miembros de toda la familia en Egipto.
Cuando nuestra vida está sujeta a
la autoridad de Dios, el cuándo, dónde y cómo son decisiones de él. Dios
frecuentemente utiliza medios que nos sorprenden para llevar a cabo su
voluntad. En este caso, fácilmente nos damos cuenta que Dios quería preservar y
hacer crecer al pueblo hebreo, pues nos dice: Porque allí yo haré de ti una
gran nación (v. 3).
(3) La lista
de los que entraron en Egipto,Eze_46:8-27. Aquí se
provee cuidadosamente la lista genealógica de toda la descendencia de Jacob que
se instaló en Egipto desde el principio. Los nombres de las personas están
agrupados de acuerdo a sus respectivas madres. No se incluyen los nombres de
las esposas de los hijos de Jacob y muy escasamente nombres de mujeres, pero sí
se incluyen algunos nacidos ya en Egipto (José y su familia y la familia de Benjamín
por ejemplo). Tampoco se incluye a las personas fallecidas en Canaán.
Esta lista es completa en las
cabezas o representantes de familia, pero también es completa en simbolismo de
su total. El número 70 es indicio seguro de una nación en formación, y es el
número de miembros establecido para formar el cuerpo de ancianos que en todas
las épocas, inclusive en la del NT, se convierte en la máxima autoridad
representativa del pueblo: los 70 ancianos (Exo_24:1;
Num_11:16). En Deu_10:22 se resalta que sólo 70 personas
entraron a Egipto, pero que Dios les multiplicó como las estrellas. En la
versión griega (Septuaginta) de Génesis aparece 75 personas, que se repite en Act_7:14. La diferencia está en la inclusión de
más nombres en la lista mayor.
(4) José y su
padre se reencuentran,Act_46:28-30. Por pedido
expreso de Jacob, el encuentro con José tiene lugar al pisar Jacob tierra de
Egipto en Gosén. José viaja allí desde la capital del imperio en su identidad
política, pero ante su padre se da a conocer como hijo. El encuentro es muy
conmovedor y padre e hijo dan expresión libre y plena a sus fuertes emociones.
El verse después de haber estado separados por más de 22 años más la
incertidumbre de ambos en saber si el otro vivía o no en todo este tiempo,
debía ser muy emotivo. Jacob siente una satisfacción tan plena al ver a José
que expresa que ahora está listo para morir. Esta expresión no es sólo la de un
padre, sino la de un patriarca que ve que la continuación de su descendencia
queda asegurada por el hijo en quien él sabe ha apropiado la promesa patriarcal
(requisito espiritual) y por la seguridad de sustento (requisito físico). En el
NT, otro anciano, Simeón, también expresa la satisfacción plena de su vida y
queda presto para la muerte al ver al niño Jesús y reconocerle como el Salvador
prometido (Luk_2:25-35).